Austin entrecerró los ojos.
Su teléfono también estaba protegido. Lógicamente, los números desconocidos no deberían poder llegar a su teléfono. Pero ahora, su teléfono estaba sonando.
Austin se quedó en silencio un momento antes de atender el teléfono y responder a la llamada.
Un acento británico puro llegó desde el otro lado de la línea: —Eres demasiado atrevido, Austin.
Esa voz...
Austin se levantó conmocionado. Tragó saliva y preguntó tímidamente: —¿Sr. King?
La voz al otro lado era grave, como si viniera directamente del infierno. Hizo que Austin se sintiera como si alguien le hubiera echado un cubo de agua helada en la cabeza en pleno verano.
—Soy yo.
Austin se apresuró a decir: —Sr. King, no sé qué he hecho para que me llame personalmente.
Su mente iba a toda velocidad, temía que le hiciera enfadar si era más lento.
—¿Es ese suero genético? ¿También lo quieres?
La otra parte: —...Lárgate.