Desde que Nora se marchó, nos manteníamos en contacto através de videollamadas, las cuales dejaron de ser frecuentes a medida que el tiempo pasaba, poco después se convirtieron en mensajes de los cuales solo recibia una respuesta en ocasiones.
Un año más tarde perdimos comunicación por completo, no puedo recordar muy bien como sucedió pero de lo que si estaba seguro era que Nora, mi mejor amiga y mi primer amor había desaparecido por completo de mi vida.
En ocasiones miraba su casa desde la ventana de mi habitación y todos aquellos recuerdos regresaban a mi causándome una profunda tristeza. Pero como era de esperarse dejé de darle tanta importancia con el tiempo o almenos así lo sentía...
Actualmente tengo 21 años de edad, he salido con algunas chicas pero solo por un corto periodo de tiempo.
Bajé las escaleras de mi habitación y corrí a la cocina.
—Daniel ¿Vas tarde de nuevo?—Preguntó mi madre, mientras continuaba preparando el desayuno.
—Buenos días madre.—Respondí dándole un beso en la frente, luego de beber apresurado un poco de jugo de naranja.
—¿A dónde crees que vas?—Preguntó nuevamente mi madre tirando de mi mochila para atraerme hacia ella.
—Al trabajo.—Respondí dándole un abrazo.
—Pero aún no has desayunado, te pondrás flaco.
—¿Qué cosas dices? ¿has vistos mis músculos?—Dije riendo mientras hacía fuerza con mi brazo.
—Hijo se que has cambiado pero no es bueno saltarse el desayuno.—Explicó mi madre con una expresión de preocupación en su rostro.
—Mamá no debes preocuparte, comeré algo en el trabajo ¿de acuerdo?
—De acuerdo.— Respondió mi madre con una sonrisa.
Luego de darle nuevamente un beso a mi madre, salí de casa y subí al autobus de camino a la cafetería donde trabajo, al bajar fui a la puerta de atrás y entré.
—Buenos días.—Saludé a mis compañeros.
—Llegas 5 minutos tardes Daniel.—Dijo el encargado de la tienda al mirarme.
—Lo siento tuve un contratiempo, iré a cambiarme.—Respondí mientras me dirigía a cambiar mi ropa.
—Date prisa solo tienes un minuto más.—Gritó el encargado.
Ignorandolo por completo, cambié mi ropa y una vez listo salí a la barra de la cafetería.
—Dos latte y un americano.—Dijo una de mis compañeras mientras me entregaba la orden de los pedidos.
—En seguida.—Respondí encendiendo la máquina para café.
Como de costumbre en segundos terminé el pedido y lo entregué para continuar con el siguiente, pero me detuve al escuchar la conversación de una cliente con la una de las chicas.
—Lo siento chicas pero solo hago mi trabajo.—Dijo mi compañera de trabajo.
—Oye, solo ve y dile que nos traiga otro latte el mismo y no nos quejaremos.—Respondió una de las chicas en la mesa.
Sin darle importancia volví a mi trabajo, pero solo duré unos minutos antes de volver a ser interrumpido.
—Hey Daniel, ese par de chicas de allá insisten en que seas tú quien les atiendas.—Dijo mi compañera al regresar de atender la mesas.
—¿Porqué yo?—Pregunté sin dejar de hacer mi trabajo.
—No lo sé, solo ve ahí y pregúntale tu mismo.—Respondió mi compañera, interviniendo en mi trabajo para hacerse cargo.
Sin decir nada más tomé el latte y fui a la mesa donde se encontraban dos chicas.
—Que lo disfruten.—Dije colocando el latte en la mesa, para darme la vuelta y volver.
—Espera, aún no hemos terminado.—Dijo la chica de cabello negro, obligandome a detenerme y mirarlas nuevamente.
—¿Necesitan algo más?—Pregunté.
—¿Cómo te llamas?
—Daniel, ¿que más necesitan?
Sin responder a mi pregunta, aquella chica urgó en su bolso y colocó sobre la mesa un lápiz junto a la servilleta y lo deslizó hacia mi.
Sabía muy bien a qué se refería, así que no pregunté solo miré a ambos lados y luego volví a mirarla.
—Tengo que volver a trabajar.—Dije mirándola fijo.
—No lo tomes a mal, somos nuevas en la cuidad queremos hacer amigos.—Explicó.
—De acuerdo.—Respondí escribiendo mi número en la servilleta, para luego marcharme.
—Te llamaremos.—Dijo alzando la voz, haciendo que todos en la tienda fijarán su mirada en mi.
No presté atención, solo quería salir del paso y continuar con mi trabajo tranquilamente.
Horas más tarde, era tiempo de volver a casa así que fui a cambiar mi ropa y luego salí de la tienda en compañía de mis compañeros.
Llegue a casa y subí mi habitación sin avisarle a mi madre mi llegada, entré al baño y tome una ducha tenía planeado tirarme en mi cama y dormir el resto de la tarde, pero el sonido de mi celular lo cambió todo.
Tome mi celular, el cual continuaba sonando sin parar y atendí la llamada.
—¿Que Sucede Bruce?—Pregunté directamente
—Vayamos por unas cervezas ¿Quieres que pase por ti?—Respondió.
—No soy mujer idiota ¿donde es?
—A las afueras de la cuidad, te veo ahí.
Colgó la llamada y fui a mi armario por un cambio de ropa, me cambié rápidamente y baje las escaleras de mi habitación y salí de casa aún sin avisarle a mi madre.
Estaba seguro que me daría un sermón antes de dejarme salir de casa, aunque ya soy mayor de edad mi madre aún me ve como un niño, nunca le he discutido acerca del tema solo para no hacerla sentirse mal, es por eso que intento evitar pasar por todo eso las veces que sea necesario.
Tomé el trasporte y me dirigí a las afueras de la cuidad, al llegar al lugar pautado caminé alrededor con intenciones de conseguirme con Bruce, el lugar estaba lleno.
—Hey ahí estás.—Dijo Bruce pasando su brazo por mis hombros.
—¿Qué haremos aquí?—Pregunte.
—¿Me estás jodiendo? Vamos a beber hasta morir amigo.
—No podía esperar menos de ti amigo, vamos a disfrutar de la noche.—Exclamé animadamente.
Fuimos por unas cervezas, bebimos todo lo que pudimos y cuestión de horas ambos estábamos totalmente ebrios.
Caminamos por el lugar casi a rastras y nos dejamos caer en el suelo cerca del muelle, teníamos planeado descansar un poco y luego ir por la siguiente vuelta, pero un par de chicas bastante hermosas se acercaron a nosotros.
—Wow que pequeño es el mundo ¿de verdad eres tú?.—Exclamó la chica, la cual reconocí inmediatamente.