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23.07% Larga vida al Imperio / Chapter 3: Capítulo 3

章 3: Capítulo 3

Las leyes callan cuando las armas hablan.

- Cicerón

Caminé por un vagón idéntico al que estábamos en el que no había nadie, el siguiente vagón era un contenedor de carga que tenía entradas en sus extremos que conducían a los demás vagones, también había un arsenal de armas, municiones, explosivos, etc. Aunque había muchos espacios vacíos, sólo podía significar una cosa, tienen una insuficiencia de recursos militares.

El siguiente vagón era un contenedor, aunque a excepción del anterior, este estaba vacío. Al entrar al vagón, vi a varios guerrilleros esposados en el piso, mientras que dos soldados les apuntaban con sus fusiles.

-¿Qué ocurrió atrás?- preguntó uno de los soldados.

-Uno intentó escapar, sus compañeros le dispararon antes de que pudiera hacer algo- le respondí- ¿Qué harán con ellos?

-Los ejecutaremos aquí mismo- dijo uno de los soldados.

Tardé cinco segundos para tomar una decisión, una decisión que cambiaría mi vida por completo. Me acerqué un poco más a los soldados, le disparé a uno en la pierna y rápidamente golpeé al otro en la cara con mi bastón, entrando en confusión y en un estado de aturdimiento donde quedó indefenso, y nuevamente le di otro golpe para dejarlo noqueado. Luego caí al piso por culpa del dolor de mi pierna izquierda, a lado del soldado al que le había disparado, amenazandolo con mi arma.

Recargué mi cabeza al costado del vagón quejandome fuertemente del dolor.

-¿Por qué lo hiciste?- preguntó la mujer en el piso.

-Las personas merecen un juicio justo frente a la ley- dije sin verla, pues me seguía doliendo mi pierna.

Leyna descubrió que la idea de los soldados era dejar un cargamento de explosivos en el tren que iba a explotar cuando llegase a su base. A pesar de que eran miembros de Operaciones Especiales, eran relativamente inexpertos, algo característico de este cuerpo de soldados es la de llevar una cráneo en sus uniformes, pero con los que nos topamos tenían un cráneo que no tenía una mandíbula, así que pude deducir que eran principiantes que se encontraban en prueba para ingresar a este prestigioso cuerpo de soldados al servicio del Imperio.

Momentos después, Leyna llegó al vagón y les puso esposas a los dos soldados, me ayudó a ponerme de pie y me llevó al anterior vagón a hablar de lo ocurrido. Pasaron un minutos y regresamos al vagón donde estaban los guerrilleros y Leyna comenzó a quitarles sus esposas.

Leyna le quitó las esposas a la jefa y se puso delante mío.

-No hubo tiempo de presentarnos. Mi nombre es Emil- le decía estrechandole amablemente la mano- Y ella es Leyna, mi escolta personal.

-Mi nombre es Adalia. Les agradezco por ayudarnos- decía seria pero un poco apenada- Pero, ¿por qué nos ayudaron?

-Te lo dije hace rato, todas las personas merecen un juicio justo.

Al oír esas palabras, Adalia vio con un poco de admiración a Emil.

Conversando con Adalia, permitió dejar ir a los soldados y yo les diría todo lo que sé sin resistirme. A parte, los soldados no iban a hablar aunque los torturaran hasta la muerte, a simple vista se ve su lealtad hacia el Imperio.

Leyna reunió a los soldados en el vagón donde estábamos, Adalia hizo que detuvieran el tren y abrieron una puerta que daba hacia el exterior del vagón.

-Sigan las vías y tal vez lleguen a una estación. Suerte en su camino- les dije, luego le asentí la cabeza a Leyna y junto con Alphonse los tiraron uno por uno del tren- Saludan a su líder de parte de Emil.

Después de eso, el tren retomó su curso nuevamente y tiempo después llegamos a la base a donde desde un principio nos iban a llevar. La base no era muy grande, siendo delimitada por vallas de alambre y alambre navaja, y tampoco se veía muy bien en el aspecto de recursos. No había muchos edificios firmes, había muy pocos. Logré ver un hangar no muy grande y algunos edificios que lucían como almacenes. La seguridad era muy obsoleta, había algunas torres de vigilancia con soldados en ella observando los alrededores con binoculares y algunos parapetos de sacos terreros donde se podían cubrir los soldados y estaban posicionadas algunas torretas fijas.

La base estaba rodeada por un extenso bosque y cubierto con varios erizos checos, así que no podía ser atacada por un ejército mecanizado, ni aéreo, ya que contaba con algunas torretas antiaéreas un poco antiguas pero que aún cumplían su función.

El tren se iba deteniendo poco a poco, llegando a una pequeña estación que no tenía trenes, aunque sí varios vagones. Mientras el tren se detenía, le di mi abrigo cruzado de color azul marino que llevaba, es largo y de lana, así que te cubría perfectamente del frío. El cambio en el clima fue muy drástico, aproveché a ver el exterior del tren y cada vez el clima estaba más bajo, era obvio que nos dirigimos al norte.

-¿No tendrás frío?- me preguntó mientras se lo ponía.

-No te preocupes,estoy bien- le contesté con una sonrisa.

Con cuidado, nos bajaron del tren a Leyna y a mí, y al salir pude ver a dos soldados armados que escoltaban a otro mucho mayor de edad y jerarquía, que se podía ver a simple a vista por las estrellas que llevaba, a pesar de que no eran soldados del Imperio, conservaban la misma jerarquía de mando y su rango.

El hombre era alto y un poco delgado, de cabello negro aunque con algunas canas por la edad, aunque lo llevaba cubierto por un sombrero correspondiente a su rango militar.

Al verlo, Adalia y sus soldados hicieron un saludo militar en forma de respeto hacia él .Inmediatamente, me quedé sorprendido después de verlo, y él tenía la misma expresión que yo.


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