De: Tejedora%Virlomi@MadreIndia.in.net A: PeterWiggin%privado@hegemon.gov Sobre: Conversación
No te conozco personalmente, pero admiro tus logros. Ven a visitarme.
V.
* * *
De: PeterWiggin%privado@hegemon.gov
A: Te j edora%Virlomi@MadreIndia.in.net Sobre: Reunión
Yo también admiro tus logros.
Te proporcionaré felizmente transporte seguro al PLT o a cualquier lugar fuera de la India. Mientras siga bajo ocupación musulmana no viajaré a la India.
P. W.
* * * De: Tejedora%Virlomi@MadreIndia.in.net A: PeterWiggin%privado@hegemon.gov Sobre: Lugar
Yo no pondré un pie fuera de un país que no sea la India; tú no entrarás en la India.
Por tanto: Colombo, Sri Lanka. Iré en barco. El mío no será cómodo.
Si traes uno mejor, disfrutaremos mucho tu visita.
V.
* * *
Fly Molo se reunió con Bean en el aeropuerto de Manila e hizo cuanto pudo para que no se le notara la sorpresa de ver lo alto que era Bean.
—Dijiste que venías por motivos personales —dijo Fly—. Perdona mi naturaleza recelosa. Eres el jefe de las Fuerzas Armadas del PLT, y yo soy el jefe de las Fuerzas Armadas filipinas, ¿y sin embargo no tenemos nada que discutir?
—Supongo que tus militares están magníficamente bien entrenados y bien equipados.
—Sí —dijo Fly.
—Entonces hasta que nos llegue el momento de desplegarnos en alguna parte, nuestros departamentos de planificación y logística tienen más que decirse que nosotros dos. Oficialmente hablando.
—Entonces estás aquí como amigo.
—Estoy aquí —dijo Bean—, porque tengo un hijo en Manila. Un niño. Me han dicho que se llama Ramón.
Fly sonrió.
—¿Y es la primera vez que estás aquí? ¿Quién es la madre, una azafata?
—Me robaron el bebé, Fly. Cuando era un embrión. Fertilización in vitro. El niño es mío y de Petra. Es especialmente importante para nosotros, porque es el primero del que tenemos noticias que no comparte mi estado.
—¿Quieres decir que no es feo? Bean se echó a reír.
—Lo has hecho bien aquí en Filipinas, amigo mío.
—Es fácil. Si alguien discute conmigo, le digo: «Estuve en el grupo de Ender», y todos cierran el pico y hacen lo que yo les digo.
—A mí me pasa lo mismo.
—Excepto con Peter.
—Sobre todo con Peter —dijo Bean—. Soy el poder tras el trono, ¿no lo sabías?
¿No lees los periódicos?
—Veo que a los periódicos les encanta mencionar tus logros como autor de ninguna victoria cuando eras comandante en la Escuela de Batalla.
—Algunos logros son tan extraordinarios que nunca vuelves a superarlos.
—¿Cómo está Petra? —preguntó Fly. Y hablaron de las personas que conocían ambos y de sus recuerdos de la Escuela de Batalla y de la Escuela de Mando y de la guerra con los insectores hasta que llegaron a una casa en las colinas situadas al este de Manila.
Había varios coches delante. Dos soldados ataviados con los nuevos uniformes del PLT la flanqueaban.
—¿Guardias? —preguntó Bean. Fly se encogió de hombros.
—No fue idea mía.
No tuvieron que acreditarse. Y cuando entraron, se dieron cuenta de que aquélla no era la reunión que esperaban.
Era una reunión, al parecer, del grupo de Ender... de los que estaban disponibles. Dink, Shen, Vlad a un lado de la larga mesa. Crazy Tom, Carn Carby y Dumper (Champi T'it'u) al otro. Y en la cabecera de la mesa, Graff y Rackham.
—Ahora estamos todos —dijo Graff—. Por favor, Fly, Bean, ocupad vuestros asientos. Bean, confío en que le dirás a Petra todo lo que suceda aquí. En cuanto a Han Tzu y el califa Alai, ahora son jefes de Estado y no viajan con facilidad ni sin que se haga público. Sin embargo, todo lo que os digamos les será dicho también a ellos.
—Conozco a algunas personas a quienes les encantaría bombardear esta habitación —dijo Vlad.
—Todavía falta alguien —dijo Shen.
—Ender continúa su viaje. Su nave funciona a la perfección. Su ansible funciona bien. No obstante, recordad que para él apenas ha pasado un año desde que este grupo destruyó a las Reinas Colmena. Aunque pudierais hablar con él, parecería... joven. El mundo ha cambiado y vosotros también. —Graff miró a Rackham—. Mazer y yo estamos profundamente preocupados, por vosotros y por el mundo en su conjunto.
—No nos va mal —dijo Carn Carby.
—Y gracias a Bean y al hermano mayor de Ender, tal vez el mundo está mejor — dijo Dumper. Lo dijo como si lanzara un reto, como si esperase que le llevaran la contraria.
—Me importa un culo de rata el mundo —dijo Bean—. Me están chantajeando para que ayude a Peter. Y no es Peter quien me chantajea, precisamente.
—Bean se refiere a un trato que hizo conmigo libremente —dijo Graff.
—¿De qué va esta reunión? —preguntó Dink—. Ya no es usted nuestro profesor.
—Miró a Rackham—. Ni usted es tampoco nuestro comandante. No hemos olvidado cómo ambos nos estuvieron mintiendo continuamente.
—Nunca podríamos convenceros de nuestra sincera devoción a vuestro bienestar allá en la escuela, Dink —dijo Graff—. Así que, como pide Dink, no perderé el tiempo en preliminares. Contemplad esta mesa. ¿Qué edad tenéis?
—La suficiente para no chuparnos el dedo —murmuró Carn.
—¿Qué edad tienes, Bean, dieciséis? —preguntó Fly.
—La verdad es que no llegué a nacer nunca —respondió Bean—, y los registros de mi decantación fueron destruidos cuando tenía más o menos un año. Pero dieciséis, sí, probablemente.
—Y todos los demás debemos rondar los veinte, año arriba o año abajo —dijo Fly—. ¿Cuál es su argumento, coronel Graff?
—Llámame Hyrum —dijo Graff—. Me gustaría pensar que ahora somos colegas.
—Colegas en qué—murmuró Dink.
—La última vez que os reunisteis —dijo Graff—, cuando Aquiles orquestó vuestro secuestro en Rusia, ya se os tenía en gran estima por todo el mundo. Se consideraba que teníais... potencial. Sin embargo, desde entonces, uno de vosotros se ha convertido en califa, ha unido el inunificable mundo musulmán y ha dirigido la conquista de China y la... liberación de la India.
—Alai ha perdido el juicio, eso es lo que ha hecho —dijo Carn.
—Y Han Tzu es emperador de China. Bean es comandante de los invictos ejércitos del PLT, además de ser conocido como el hombre que finalmente acabó con Aquiles. En conjunto, lo que una vez se consideraba potencial se ve ahora con certeza.
—¿Entonces a quiénes ha reunido aquí? —preguntó Crazy Tom—. ¿A los perdedores?
—He reunido a la gente a quien recurrirán los Gobiernos nacionales para impedir que Peter Wiggin una el mundo.
Todos se miraron entre sí.
—Nadie ha hablado conmigo todavía —dijo Fly Molo.
—Pero recurrieron a ti para que sofocaras la rebelión musulmana en Filipinas,
¿no? —dijo Rackham.
—Somos ciudadanos de nuestros países —dijo Crazy Tom.
—Pues el mío me alquila —comentó Dink—. Como a un taxi.
—Porque siempre te llevas bien con la autoridad —contestó Crazy Tom.
—Esto es lo que sucederá —dijo Graff—. China, la India y el mundo musulmán se destruirán entre sí. A la nación que se imponga, Bean la destruirá en el campo de batalla por cuenta del PLT. ¿Duda alguien de que pueda hacerlo?
Bean levantó la mano. Nadie más lo hizo.
Y entonces la levantó Dink.
—No tiene hambre —dijo.
Nadie discutió con él.
—¿Qué puede querer decir Dink con eso? —preguntó Graff—. ¿Alguna idea? Nadie parecía tener ninguna.
—Tú no quieres decirlo, pero lo diré yo —continuó Graff—. Es bien sabido que Bean obtuvo mejores puntuaciones en los tests de la Escuela de Batalla que nadie desde nunca. Nadie se le acercó siquiera. Bueno, Ender, pero «cerca» es un término relativo. Digamos que Ender es quien estuvo más cerca. Pero no sabemos a qué distancia porque Bean se salía de las tablas.
—¿Cómo? —dijo Dink—. ¿Contestaba a preguntas que ustedes no hacían?
—Exactamente —respondió Graff—. Eso es lo que me mostró la hermana Carlotta. Tenía tiempo de sobra para hacer las pruebas. Las comentaba y mencionaba cómo podían mejorarse. Era imparable. Irresistible. Eso es lo que el mundo sabe de Julian Delphiki. Y sin embargo, cuando lo pusimos al mando de todos vosotros en Eros, en la Escuela de Mando, mientras esperábamos a que Ender decidiera o no si continuar con su... educación, ¿qué sucedió?
De nuevo silencio.
—Oh, ¿por eso debemos pretender que las cosas no fueron como fueron? —dijo Graff.
—No nos gustó —respondió Dink—. Era más joven que todos nosotros.
—Ender también —replicó Graff.
—Pero conocíamos a Ender —dijo Crazy Tom.
—Amábamos a Ender —dijo Shen.
—Todo el mundo amaba a Ender —dijo Fly.
—Puedo daros una lista de gente que lo odiaba. Pero vosotros lo amabais. Y no amabais a Bean. ¿Por qué?
Bean soltó una carcajada. Los otros lo miraron. Excepto los que se sintieron avergonzados y apartaron la mirada.
—Nunca aprendí a ser adorable —dijo Bean—. En un orfanato, con eso hubiese conseguido que me adoptaran, pero en la calle me habrían matado.
—Tonterías —contestó Graff—. Ser adorable no te habría bastado para ser apreciado en este grupo, de todas formas.
—Y la verdad es que era adorable —dijo Carn—. No te enfades, pero eras la mar de vivaracho.
—Si ésa es la palabra que utilizas para decir «mocoso engreído» —dijo Dink amablemente.
—Vamos, vamos —dijo Graff—. No os caía mal Bean. A la mayoría. Pero no os gustaba servir a sus órdenes. Y no podéis decir que fuera porque erais demasiado independientes para servir a las órdenes de nadie, porque servíais alegremente bajo las órdenes de Ender. Le entregabais a Ender todo cuanto teníais.
—Más de lo que teníamos —dijo Fly.
—Pero no a Bean —dijo Graff, como si eso probara algo.
—¿Esto es una terapia de grupo o algo parecido? —preguntó Dink. Vlad intervino.
—Claro que sí. Quiere que lleguemos a las mismas conclusiones a las que ha llegado él.
—¿Sabes cuáles son? —preguntó Graff.
—Hyrum piensa que no seguimos a Bean como seguimos a Ender porque sabíamos algo sobre Bean que no sabe el resto del mundo. Y a causa de eso es probable que estemos dispuestos a desafiarlo en combate mientras que el resto del mundo se rendiría ante él debido a su reputación. ¿No es eso?
Graff sonrió, benigno.
—Pero eso es una estupidez —dijo Dumper—. Bean es un buen comandante. Lo he visto. Dirigiendo a sus ruandeses en nuestra campaña en Perú. Es cierto que las tropas peruanas no estaban bien dirigidas ni bien entrenadas, pero esos ruandeses... adoraban a Bean. Habrían marchado hasta despeñarse por un barranco si él se lo hubiera pedido. Cuando él quería, se ponían inmediatamente en acción.
—¿Y tu argumento es...? —preguntó Dink.
—Mi argumento es que nosotros no lo seguimos bien, pero otra gente sí. Bean es auténtico. Sigue siendo el mejor de todos nosotros.
—No he visto a sus ruandeses —dijo Fly—, pero lo he visto con los hombres que Suriyawong y él entrenaron. Cuando las fuerzas del Hegemón eran un centenar de tipos y dos helicópteros. Dumper tiene razón. Alejandro Magno no podría haber tenido soldados más devotos y más efectivos.
—Gracias por las alabanzas, chicos —dijo Bean—, pero se os está escapando el argumento de Hyrum.
—«Hyrum» —murmuró Dink—. Qué tierno.
—Díselo —dijo Bean—. Lo saben, pero no saben que lo saben.
—Díselo tú —dijo Graff.
—¿Esto es un campo de reeducación chino? ¿Tenemos que dedicarnos a la autocrítica? —Bean rió amargamente—. Es lo que Dink ha dicho al principio. No tengo hambre. Lo cual podría parecer una estupidez, considerando que me he
pasado la vida muerto de hambre. Pero no tengo hambre de supremacía. Y todos vosotros sí.
—Ese es el gran secreto de los tests —dijo Graff—. La hermana Carlotta le hizo pasar la batería de pruebas estándar que nosotros usábamos. Pero había una prueba adicional. Una que yo le di, o que le dio uno de mis ayudantes más dignos de confianza. Un test de ambición. Ambición competitiva. Todos puntuasteis muy, muy alto. Bean no.
—¿Bean no es ambicioso?
—Bean quiere la victoria —dijo Graff—. Le gusta ganar. Necesita ganar. Pero no necesita derrotar a nadie.
—Todos nosotros cooperamos con Ender —dijo Cara—. No tuvimos que derrotarlo a él.
—Pero sabíais que os llevaría a la victoria. Y mientras tanto, todos competíais unos con otros. Excepto Bean.
—Sólo porque era mejor que ninguno de nosotros. ¿Por qué competir si has ganado? —dijo Fly.
—Si alguno de vosotros se enfrentara a Bean en batalla, ¿quién ganaría?
Ellos pusieron los ojos en blanco o soltaron una risita o se burlaron de algún modo de la pregunta.
—Eso dependería —dio Carn Carby—, del terreno y del clima, y del signo del zodíaco. No hay nada seguro en la guerra, ¿no?
—No había clima ninguno en la sala de batalla —dijo Fly, sonriendo.
—Puedes imaginarte derrotando a Bean, ¿no? —respondió Graff—. Y es posible. Porque Bean es sólo mejor que el resto de todos vosotros si todo lo demás es igual. Sólo que nunca lo es. Y una de las variables más importantes en la guerra es el ansia que te hace correr riesgos ridículos porque intuyes que hay un camino a la victoria y tienes que seguir ese camino porque cualquier otra cosa que no sea la victoria resulta inconcebible. Insoportable.
—Muy poético —dijo Dink—. El romance de la guerra.
—Mirad a Lee —dijo Graff.
—¿A cuál? —preguntó Shen—. ¿El chino o el americano?
—Lee. L-E-E el virginiano —respondió Graff—. Cuando el enemigo se hallaba en territorio de Virginia, venció. Corrió los riesgos que necesitaba correr. Envió a Stonewall Jackson a través de un bosque hasta Chancellorsville, dividiendo sus fuerzas y exponiéndose peligrosamente contra Hooker, exactamente el tipo de comandante intrépido que podría haber explotado esa oportunidad si se hubiera dado cuenta de que la tenía.
—Hooker era un idiota.
—Decimos eso porque perdió. ¿Pero hubiese perdido si Lee no hubiera realizado el peligroso movimiento que hizo? No pretendo que volvamos a librar la batalla de Chancellorsville. Mi argumento es...
—Antietam y Gettysburg —dijo Bean.
—Exactamente. En cuanto Lee dejó Virginia y entró en territorio del Norte, ya no tenía hambre. Creía en la causa de defender Virginia pero no creía en la causa de la esclavitud, y sabía que la guerra era por eso. No quería ver a su estado derrotado, pero no quería que la causa del Sur venciera. Todo inconscientemente. No sabía esto sobre sí mismo. Pero era cierto.
—¿No tuvo nada que ver con la fuerza abrumadora del Norte?
—Lee perdió en Antietam contra el segundo comandante más estúpido y más tímido que tenía el Norte, McClellan. Y Meade en Gettysburg no fue terriblemente imaginativo. Meade vio el terreno elevado y lo ocupó. ¿Y qué hizo Lee? Basándonos en cómo actuó Lee en todas sus campañas de Virginia, ¿qué hubiese cabido esperar que hiciera Lee?
—Negarse a luchar en ese terreno —dijo Fly—. Maniobrar. Deslizarse a la derecha. Robar una marcha. Situarse entre Meade y Washington. Encontrar un campo de batalla donde los de la Unión tuvieran que intentar forzar su posición.
—Andaba corto de suministros —dijo Dink—. Y no tenía información de su caballería.
—Excusas —dijo Vlad—. No valen las excusas en la guerra. Graff tiene razón. Lee no actuó como Lee una vez que salió de Virginia. Pero ése fue Lee. ¿Qué tiene eso que ver con Bean?
—Piensa que, cuando yo no creo en una causa —intervino Bean—, puedo ser derrotado. Que me derrotaría a mí mismo. El problema es que yo sí que creo en la causa. Creo que Peter Wiggin es un hombre decente. Implacable, pero he visto cómo utiliza el poder y no lo hace para dañar a nadie. Realmente está intentando crear un orden mundial que lleve a la paz. Quiero que gane. Quiero que gane rápidamente.
Y si alguno de vosotros piensa que puede detenerme...
—No tenemos que detenerte —dijo Crazy Tom—. Sólo tenemos que esperar a que estés muerto.
Silencio absoluto.
—Eso es —dijo Graff—. Ése es el tema de esta reunión. Bean dispone de poco tiempo. Así que, mientras viva, el Hegemón será percibido como imbatible. Pero en el momento en que no esté, ¿qué sucederá? Dumper o Fly serán nombrados probablemente comandantes tras él, puesto que ya están dentro del PLT. Pero todos
los demás de esta mesa os sentiríais perfectamente libres de enfrentaros a cualquiera de los dos, ¿me equivoco?
—Demonios, Hyrum —dijo Dink—, nosotros nos enfrentaríamos a Bean.
—Y así el mundo saltaría en pedazos, y el PLT, aunque fuera el vencedor, se alzaría sobre los cadáveres de millones de soldados muertos por vuestra ambición competitiva. —Graff miró ferozmente alrededor de la mesa.
—Eh —dijo Fly—, todavía no hemos matado a nadie. Cuéntales eso a Hot Soup y Alai.
—Mirad a Alai —dijo Graff—. Le hicieron falta dos purgas para conseguir verdadero control sobre las fuerzas islámicas, pero ahora lo tiene, ¿y qué ha hecho?
¿Ha abandonado la India? ¿Se ha retirado de Xinjiang o del Tíbet? ¿Han abandonado Taiwan los musulmanes indonesios? Sigue dispuesto a enfrentarse a Han Tzu. ¿Por qué? No tiene ningún sentido. No puede mantener la India. No podría gobernar China. Pero tiene el sueño de Gengis.
—Siempre volvemos a Gengis —dijo Vlad.
—Todos queréis al mundo unido. Pero lo queréis hacer vosotros mismos, porque no podéis soportar la idea de que nadie más se alce en la cima de la colina.
—Venga ya —dijo Dink—. En nuestros corazones todos somos Cincinato. Estamos deseando regresar a la granja*
Todos se rieron.
—En esta mesa se sientan cincuenta años de guerra sangrienta —dijo Graff.
—¿Y qué? —repuso Dink—. Nosotros no inventamos la guerra. Sólo somos buenos en ella.
—La guerra se inventa cada vez que alguien tiene tanta hambre de dominio que no puede dejar en paz a las naciones pacíficas. Es exactamente la gente como vosotros la que inventa la guerra. Aunque tengáis una causa, como la tenía Lee, ¿se habría esforzado el Sur todos aquellos sangrientos años de Guerra Civil si no hubiera tenido la firme creencia de que sucediese lo que sucediera «Marse Robert» los salvaría? Aunque no toméis la decisión de hacer la guerra, las naciones volverán a enzarzarse en guerras sólo porque os tienen a vosotros.
—Entonces, ¿cuál es la solución, Hyrum? —dijo Dink—. ¿Tienes píldoras de cianuro para que nos las traguemos y salvemos al mundo de nosotros mismos?
* Se refiere a Lucio Quinto Cincinato, cónsul romano que, nombrado dictador para salvar al pueblo, regresó a su trabajo en el campo seis días después de cumplir su misión. (N. del T.)
—No serviría de nada —intervino Vlad—. Aunque lo que dices fuera verdad, hay otros graduados de la Escuela de Batalla. Mira a Virlomi... se ha adelantado a todo el mundo.
—Todavía no ha vencido a Alai —dijo Crazy Tom—. Ni a Hot Soup. Vlad insistió en ese punto.
—Mirad a Suriyawong. Es él en quien Peter confiará después de que Bean se... retire. No fuimos los únicos chicos de la Escuela de Batalla.
—El grupo de Ender —dijo Graff—. Vosotros sois los que salvaron al mundo. Vosotros sois los que tenéis la magia. Y hay cientos y cientos de graduados de la Escuela de Batalla en la Tierra. Nadie va a creer que sólo porque tengan uno o dos o cinco puede conquistar el mundo. ¿Cuál de ellos sería?
—Así que quieres deshacerte de todos nosotros —dijo Dink—. Y por eso nos has traído aquí. No vamos a salir con vida, ¿no?
—Sonríe, Dink —respondió Graff—. Podrás irte a casa en cuanto esta reunión se acabe. ColMin no asesina a nadie.
—Eso sí que es un tema interesante —dijo Crazy Tom—. ¿Qué es lo que hace ColMin? Mete a gente en naves espaciales, como sardinas, y luego la envía a mundos coloniales. Y nunca volverán, no al mundo que dejaron. Cincuenta años de ida, cincuenta años de vuelta. El mundo nos habría olvidado a todos para entonces, aunque fuéramos a una colonia y regresáramos a casa. Cosa que, por supuesto, no nos dejarán hacer.
—Así que esto no es un asesinato —dijo Dink—, es otro maldito secuestro.
—Es una oferta —intervino Rackham—, que podéis aceptar o rechazar.
—Yo la rechazo —dijo Dink.
—Escucha la oferta —dijo Rackham.
—Escucha esto —dijo Dink, con un gesto.
—Os ofrezco el mando de una colonia. A cada uno de vosotros.
Ningún rival. No sabemos de ningún ejército enemigo que se enfrente a vosotros, pero habrá mundos llenos de peligros e incertidumbres, y vuestras habilidades serán altamente adaptables. La gente os seguirá, gente mayor que vosotros, en parte porque sois el grupo de Ender, en parte porque... principalmente por vuestras propias habilidades. Aprenderán rápidamente a obtener información, clasificarla por su grado de prioridad, prever consecuencias y tomar decisiones correctas. Seréis los fundadores de nuevos mundos humanos.
Crazy Tom se puso a cecear como un niño pequeño.
—¿Y lez pondrán a loz planetaz nueztroz nombrez?
—No seas capullo —dijo Carn.
—Lo ziento.
—Mirad, caballeros —dijo Graff—. Vimos lo que les pasó a las Reinas Colmena. Se agruparon en un único planeta y fueron arrasadas de un solo golpe. Cualquier arma que nosotros podamos inventar, cualquier enemigo podría inventarla y usarla contra nosotros.
—Venga ya —respondió Dink—. Las Reinas Colmena se extendieron y colonizaron tantos planetas como vosotros vais a colonizar... De hecho, lo que estáis haciendo es colonizar los mundos que ellas ya habían tomado porque son los únicos que tienen atmósfera respirable y flora y fauna comestible.
—De hecho, vamos a llevarnos nuestra propia flora y fauna —dijo Graff.
—Dink tiene razón —intervino Shen—. La dispersión no funcionó con las Reinas Colmena.
—Porque no se dispersaron —replicó Graff—. Tenían insectores en todos los planetas, pero cuando vosotros volasteis su mundo natal, todas las Reinas Colmena estaban allí. Pusieron todos sus huevos en una sola cesta. Nosotros no vamos a hacer eso. En parte porque la especie humana no es sólo un puñado de reinas y un montón de obreras y zánganos, y cada uno de nosotros es una reina colmena y tiene las semillas para rehacer toda la historia humana. Así que dispersar a la humanidad funcionará.
—Igual que toser en una multitud dispersa la gripe —comentó alegremente Crazy Tom.
—Exactamente —dijo Graff—. Llámanos enfermedad, no me importa... Yo soy humano y quiero que nos extendamos a todas partes como una epidemia, para que no puedan aniquilarnos nunca.
Rackham asintió.
—Y para conseguirlo, necesita que sus colonias tengan las mejores posibilidades de supervivencia.
—Es decir, vosotros. Si puedo conseguiros.
—Así que nosotros hacemos que tus colonias funcionen —dijo Carn—, y tú nos sacas de la Tierra para que Peter pueda poner fin a todas las guerras y traer el reino milenario de Cristo.
—Si Cristo viene o no ya no es asunto mío —contestó Graff—. Lo único que me importa es salvar a los seres humanos. Colectiva e individualmente.
—Qué noble.
—No —dijo Graff—. Os creé. No individualmente...
—Menos mal que lo dices —respondió Carn—, porque mi padre tendría que matarte por ese ultraje a mi madre.
—Yo os encontré. Os puse a prueba. Os reuní. Hice que el mundo entero conociera vuestra existencia. El peligro que representáis lo creé yo.
—Así que en realidad estás intentando enmendar tus errores.
—No fue ningún error. Era esencial para ganar la última guerra. Pero no es raro en la historia que la solución de un problema se convierta en la raíz del siguiente.
—Así que esto es meramente una operación de limpieza —dijo Fly.
—Esta reunión es para ofreceros una posibilidad de hacer algo que satisfará vuestra irresistible ansia de supremacía mientras asegura la supervivencia de la especie humana, aquí en la Tierra y ahí fuera en la galaxia.
Ellos reflexionaron sobre eso un instante. Dumper fue el primero en hablar.
—Yo he elegido ya el trabajo de mi vida, coronel Graff.
—Es Hyrum —susurró Dink con fuerza—. Porque es nuestro colega.
—Lo elegiste y lo has hecho —dijo Graff—. Tu pueblo tiene una nación, y sois parte del PLT. Esa lucha se ha acabado para ti. Todo lo que te queda es servir bajo las órdenes de Peter Wiggin hasta que te rebeles contra él o te conviertas en su comandante militar... y luego en su sustituto como Hegemón. Dominar el mundo.
¿Me voy acercando?
—No tengo esos planes —dijo Dumper.
—Pero te suena. No finjas lo contrario. Os conozco, muchachos. No estáis locos.
No sois malvados. Pero no podéis parar.
—Por eso no has invitado a Petra —dijo Bean—. Porque entonces no podrías haber dicho «muchachos» todo el tiempo.
—Te olvidas que ahora somos sus colegas —dijo Dink—. Así que podemos llamarlos a Rackham y a él «muchachos» también.
Graff se levantó de su asiento en la cabecera de la mesa.
—He hecho la oferta. La sopesaréis, os guste o no. Veréis desarrollarse los acontecimientos. Todos sabéis cómo contactar conmigo. La oferta está en pie. Hemos acabado aquí por hoy.
—No —dijo Shen—. Porque no vas a hacer nada sobre el verdadero problema.
—¿Y cuál es?
—Nosotros sólo somos guerreros potenciales y asesinos de niños —dijo Shen—.
No estáis haciendo nada respecto a Hot Soup y Alai.
—Y a Virlomi —añadió Fly Molo—. Si buscas a alguien verdaderamente peligroso,
ella lo es.
—Se les hará la misma oferta que a vosotros —respondió Rackham—. De hecho, a uno se le ha hecho ya.
—¿A cuál? —preguntó Dink.
—Al que estaba en posición de oírla.
—Hot Soup, entonces —dijo Shen—. Porque ni siquiera has podido ir a ver al señor califa.
—Qué listos resultáis todos —dio Graff.
—«Waterloo se ganó en los patios de recreo de Eton» —citó Rackham.
—¿Qué demonios significa eso? —preguntó Carn Carby—. Ni siquiera fuiste a Eton.
—Era una analogía —dijo Rackham—. Si no os hubierais pasado toda la infancia jugando a juegos de guerra, sabríais algo. Tenéis tan poca educación…