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77.54% Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 183: 7 Una Oferta

章 183: 7 Una Oferta

De: PeterWiggin%privado@ hegemon.gov A: Vlad%Empalado@gcu.ru.gov

Sobre: Los amigos de mi hermano

Me gustaría que charláramos. Cara a cara. Por mi hermano. En territorio neutral

* * *

Peter llegó a San Petersburgo supuestamente como observador y consejero de los acuerdos comerciales del Pacto de Varsovia que eran parte del esfuerzo ruso por establecer una unión económica que rivalizara con la europea occidental. Y en efecto asistió a varias reuniones y mantuvo en su suite numerosas conversaciones. Naturalmente, su agenda era bastante distinta de la oficial, e hizo bastantes progresos, como esperaba, con representantes de algunas de las naciones más pequeñas o menos prósperas. Letonia. Estonia. Bulgaria. Bosnia. Albania. Croacia. Georgia. Cada pieza del rompecabezas contaba.

No todas las piezas eran un país. A veces eran un individuo.

Por eso Peter se encontró caminando por un parque: no uno de los magníficos parques del corazón de San Petersburgo, sino un parque más pequeño en Kohtla- Järve, un pueblo al noreste de Estonia con delirios de ciudad. Peter no estaba seguro de por qué Vlad había elegido un sitio que obligaba a cruzar fronteras, pues nada podría haber hecho su encuentro más obvio. Y estar en Estonia significaba que habría dos servicios de inteligencia vigilándolos: el de Estonia y el de Rusia. Los rusos no habían olvidado la historia: todavía vigilaban Estonia usando su servicio de espías doméstico en vez del extranjero.

Aquel parque era, tal vez, el motivo. Había un lago... no, un estanque, una pista de patinaje en invierno, Peter estaba seguro, ya que era casi perfectamente redondo y estaba todo rodeado de bancos. En verano, estaba lleno de anuncios de «chupan sangre y ponen los huevos en el mismo sitio» de la campaña contra los mosquitos, que se habían repartido en profusión.

—Cierre los ojos —dijo Vlad.

Peter ya se esperaba algún tipo de ritual de espías y, suspirando, obedeció. Su suspiro le dejó con la boca abierta, sin embargo, lo suficiente para saborear el repelente de insectos que Vlad le roció en la cara.

—Las manos —dijo Vlad—. Sabe mal pero no mata. Las manos. Peter extendió las manos. También se las roció.

—No quiero que pierda más de medio litro de sangre durante nuestra conversación. Este sitio es horrible. Nadie viene aquí en verano. Así que no hay micros. Tenemos montones de prados despejados. Podemos ver si alguien nos vigila.

—¿Tan de cerca le controlan?

—El Gobierno ruso no es tan comprensivo como el Hegemón. Sigue usted confiando en Suriyawong porque cree que siempre se opuso a Aquiles. ¿Pero yo? De confianza, nada. Así que si piensa que tengo influencia, se equivoca de medio a medio, amigo mío.

—No estoy aquí por eso.

—Sí, lo sé, está aquí por los acuerdos comerciales. —Vlad hizo una mueca.

—No tiene mucho sentido hablar de acuerdos comerciales cuando el contrabando y los sobornos convierten cualquier aduana en un chiste —dijo Peter.

—Me alegra que comprenda nuestra manera de hacer las cosas. No confíes en nadie a quien no hayas sobornado en la última media hora.

—No me diga que de verdad tiene ese acento ruso tan marcado —dijo Peter—.

Creció en la Escuela de Batalla. Debería hablar el común como un nativo.

—Lo hablo —dijo Vlad, todavía con un marcado acento ruso—. Excepto cuando mi futuro depende de no dar a la gente motivos para recordar lo distinto que soy. Los acentos son difíciles de aprender y difíciles de conservar. Así que lo mantendré ahora. No soy por naturaleza un buen actor.

—¿Puedo llamarte Vlad?

—¿Puedo llamarte Peter?

—Sí.

—Entonces sí también. Planificador de estrategia inferior no puede ser más formal que Hegemón de todo el mundo.

—Ya sabes de cuánta parte del mundo soy Hegemón —dijo Peter—. Y, como decía, no es por eso por lo que estoy aquí. O no directamente.

—¿Entonces qué? ¿Quieres contratarme? No es posible. Puede que aquí no se fíen de mí, pero desde luego no quieren que me vaya a otra parte. Soy un héroe del pueblo ruso.

—Vlad, si confiaran en ti, ¿qué crees que estarías haciendo ahora mismo?

Vlad se echó a reír.

—Dirigir los ejércitos de la Madre Rusia, como Alai y Hot Soup y Virlomi y tantos otros están haciendo ya. Tantos Alejandros.

—Sí, he oído esa comparación. Pero yo lo veo de otra forma. Lo veo como la carrera armamentística que llevó a la Primera Guerra Mundial.

Vlad pensó un momento.

—Y nosotros los mocosos de la Escuela de Batalla somos la carrera armamentística. Si una nación tiene uno, entonces otra nación debe tener más. Sí, de eso trataban los secuestros de Aquiles.

—Mi argumento es el siguiente: tener a un graduado de la Escuela de Batalla (sobre todo a un miembro del grupo de Ender), hace que la guerra sea más probable, no menos.

—No lo creo —dijo Vlad—. Sí, Hot Soup y Alai están en el meollo de todo, pero Virlomi no pertenecía al grupo. Y el resto del grupo... Bean y Petra están contigo, luchando por la paz mundial, ¿no? ¿Cómo concursantes en un certamen de belleza? Dink está en un proyecto conjunto angloamericano, lo que significa que tiene cortadas las pelotas, militarmente hablando. Shen está contando las horas en algún puesto decorativo en Tokio. Dumper es monje, creo, o como lo llamen. Un chamán. En los Andes o por ahí. Crazy Tom está en Sandhurst, confinado en un aula. Carn Carby está en Australia, donde puede que tengan o no ejército, pero a nadie le importa. Y Fly Molo... bueno, es un chico muy ocupado en Filipinas. Pero no es su presidente, ni siquiera un general importante.

—Eso encaja con mi visión, aunque creo que Carn discutiría contigo sobre el valor del ejército australiano.

Vlad no hizo caso a la objeción.

—Mi argumento es que la mayoría de las naciones que tienen este «valioso recurso nacional» están más preocupadas manteniéndonos bajo observación y lejos del poder que utilizándonos para hacer la guerra.

Peter sonrió.

—Sí. O te meten en sangre hasta los codos o te tienen encerrado en una caja.

¿Alguien felizmente casado?

—Ninguno de nosotros ha cumplido todavía veinticinco años. Bueno, tal vez Dink. Siempre mintió sobre su edad. La mayoría de nosotros aún no tenemos los veinte o acabamos de cumplirlos.

—Os tienen miedo. Mucho más ahora, porque las naciones que sí utilizaron a sus miembros del grupo para la guerra son gobernadas ahora por ellos.

—Si llamas al «islam mundial» una nación, yo personalmente lo considero una llamada a la algarada con escrituras.

—No lo digas en Bagdad o en Teherán.

—Como si pudiera ir a esos sitios.

—Vlad —dijo Peter—. ¿Cómo te gustaría librarte de toda esta belleza? Vlad soltó una carcajada.

—¿Así que representas a Graff? Peter se sorprendió.

—¿Graff ha venido a verte?

—Ser jefe de una colonia. Dejar todo esto. Vacaciones con todos los gastos pagados... ¡que duran el resto de tu vida!

—Vacaciones no —dijo Peter—. Trabajo muy duro. Pero al menos tienes una vida.

—Así que Peter el Hegemón quiere al grupo de Ender fuera del planeta. Para siempre.

—¿Quieres mi trabajo? —dijo Peter—. Dimitiría hoy si pensara que tú ibas a ocuparlo. Tú o cualquier miembro del grupo de Ender. ¿Lo quieres? ¿Crees que puedes conservarlo? Entonces es tuyo. Yo sólo lo tengo porque escribí los ensayos de Locke y detuve una guerra.¿Pero qué he hecho últimamente? Vlad, no te veo como rival. ¿Cómo podría? ¿Qué libertad tienes para oponerte a mí?

Vlad se encogió de hombros.

—Muy bien, así que tus motivos son puros.

—Mis motivos son realistas —dijo Peter—. Rusia no te está utilizando, ahora mismo, pero no te han asesinado ni te han encerrado. Si alguna vez deciden que la guerra es deseable o inevitable, ¿cuánto tiempo piensas que pasará antes de que te asciendan y te pongan en el meollo de las cosas? Sobre todo si la guerra va mal durante un tiempo. Tú eres su arsenal nuclear.

—En realidad no —contestó Vlad—. Porque mi cerebro se supone que es la carga de este misil concreto, y fue lo bastante defectuoso para que pareciera que confiaba en Aquiles; así que tal vez no sea tan bueno como los otros miembros del grupo.

—En una guerra contra Han Tzu, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que dirigieras un ejército? ¿O de que al menos te pusieran al mando de la estrategia?

—Quince minutos, más o menos.

—Así es. ¿Es más o menos probable que Rusia vaya a la guerra, sabiendo que te tienen?

Vlad sonrió y ladeó la cabeza.

—Vaya, vaya. Así que el Hegemón me quiere fuera de Rusia para que Rusia no sea tan aventurera.

—No es tan sencillo —dijo Peter—. Llegará un día en que gran parte del mundo habrá mezclado su soberanía...

—Con lo cual quieres decir que la habrá rendido.

—En un solo Gobierno. No se tratará de las grandes naciones. Sólo de un puñado de naciones pequeñas. Pero al contrario que las Naciones Unidas y la Liga de Naciones o incluso la Hegemonía en su forma anterior, el sistema no estará diseñado para que el Gobierno central tenga el menor poder posible. Las naciones de esta liga no tendrán Ejército propio, ni Marina ni Fuerzas Aéreas. No tendrán el control de sus propias fronteras... y no recaudarán impuestos. Tampoco mantendrán una marina mercante propia. La Hegemonía tendrá poder sobre la política exterior, punto, sin rival. ¿Por qué iba Rusia a unirse a una confederación semejante?

—No lo haría nunca. Peter asintió. Y esperó.

—No lo haría a menos que pensara que es la única cosa segura que puede hacer.

—Añade la expresión «y que reporte beneficios» a esa frase y estarás más cerca de acertar.

—Los rusos no somos estadounidenses como tú, Peter Wiggin. No hacemos las cosas para obtener beneficios.

—Así que todos esos sobornos van a causas caritativas.

—Impiden que los escritores y las prostitutas de Rusia se mueran de hambre — dijo Vlad—. Altruismo en su máxima expresión.

—Vlad, lo que estoy diciendo sobre esto es que lo pienses. Ender Wiggin hizo dos grandes cosas por la humanidad. Eliminó a los insectores. Y nunca regresó a la Tierra.

Vlad se volvió hacia Peter con auténtico fuego en los ojos.

—¿Crees que no sé quién dispuso eso?

—Yo lo recomendé —dijo Peter—. No era Hegemón entonces. ¿Pero te atreves a decirme que me equivoqué? ¿Qué habría sucedido si el mismo Ender estuviera aquí en la Tierra? Rehén de todo el mundo. Y si su patria consiguiera mantenerlo a salvo,

¿entonces qué? Ender Wiggin, el exterminador de insectores, ahora a la cabeza de las Fuerzas Armadas de los temidos Estados Unidos. Piensa en las maniobras, las alianzas, los ataques preventivos, todo porque esa arma grande y terrible estaría en manos de la nación que aún piensa que tiene el derecho de juzgar y gobernar a todo el mundo.

Vlad asintió.

—Entonces es una feliz coincidencia que te dejara sin rival para la Hegemonía.

—Tengo rivales, Vlad. El califa tiene millones de seguidores que creen que él es el elegido por Dios para gobernar la tierra.

—¿No vas a hacerle la misma oferta a Alai?

—Vlad, no espero persuadirte. Sólo informarte. Si llega el día en que piensas que tu mejor esperanza de seguridad es abandonar la Tierra, cuelga una nota en el sitio web del que te pondré un enlace en un correo electrónico. Si te das cuenta que la única posibilidad de paz que tiene tu nación es que todos los graduados de la Escuela de Batalla desaparezcan de la Tierra, dímelo, y yo me encargaré de poneros a todos a salvo.

—A menos que vaya a mis superiores y les cuente lo que acabas de decirme.

—Cuéntaselo —dijo Peter—. Cuéntaselo y pierde los últimos hilos de libertad que te quedan.

—Así que no se lo contaré.

—Y te lo pensarás. Es algo que se quedará en el fondo de tu mente.

—Y cuando los graduados de la Escuela de Batalla se hayan marchado, allí estará Peter. Hermano de Ender Wiggin. El gobernante natural de toda la humanidad.

—Sí, Vlad. La única posibilidad que tenemos de unidad es contar con un líder de consenso fuerte. Nuestro George Washington.

—Y ése eres tú.

—Podría ser el califa y tendríamos un futuro como mundo musulmán. O podríamos convertirnos todos en vasallos del Reino Medio. O. cuéntame, Vlad,

¿preferiríamos que nos gobernaran quienes ahora te tratan tan amablemente aquí?

—Me lo pensaré —dijo Vlad—. Pero piensa tú en otra cosa. La ambición era parte de la base por la que fuimos elegidos para la Escuela de Batalla. ¿Hasta qué punto crees que estaremos dispuestos a sacrificarnos? Mira a Virlomi. La persona más tímida que la Escuela de Batalla pudo admitir. Pero para conseguir su propósito se ha convertido en dios. Y parece representar el papel con entusiasmo, ¿no?

—La ambición confrontada al instinto de supervivencia —dijo Peter—. La ambición lleva a asumir grandes riegos. Pero nunca te lleva a una destrucción segura.

—A menos que seas tonto.

—No hay ningún tonto en este parque hoy —dijo Peter—. A menos que cuentes a los espías que respiran con cañitas bajo el agua para poder escuchar nuestra conversación.

—Es lo mejor que saben hacer los estonios.

—Me alegra saber que los rusos no han olvidado su sentido del humor.

—Todo el mundo conoce unas pocas docenas de chistes estonios.

—¿De quién cuentan chistes los estonios?

—De los estonios, naturalmente. Sólo que no se dan cuenta de que son chistes.

Riendo, dejaron el parque y regresaron, Peter al coche donde le esperaba su chofer, Vlad al tren que lo llevaría de vuelta a San Petersburgo.

Algunos graduados de la Escuela de Batalla acudieron a Ribeirão Preto a escuchar la invitación de Peter. Con otros, contactó a través de amigos mutuos. Con los miembros del grupo de Ender se reunió directamente. Con Carn Carby en Australia. Con Dink Meeker y Crazy Tom en Inglaterra. Con Shen en Tokio. Con Fly Molo en Manila. Y con Dumper en pleno consejo de quechuas en las ruinas de Machu Picchu, su cuartel general extraoficial mientras trabajaba firmemente para organizar a los americanos nativos de Sudamérica.

Ninguno de ellos aceptó su oferta. Todos la escucharon y la recordaron.

Mientras tanto, la guerra de guerrillas de la India se hizo más salvaje. Más y más soldados persas y paquistaníes fueron retirados de China. Hasta que llegó el día en que no hubo ninguno acorralando al hambriento ejército chino de la provincia de Sichuan. Han Tzu se puso en movimiento.

Los turcos se retiraron a la provincia de Xinjiang. Los indonesios regresaron a sus barcos y se retiraron a Taiwan. Los árabes se unieron a la ocupación de la India. La China de Han quedó libre de ocupantes extranjeros sin que el emperador disparara un solo tiro.

De inmediato, estadounidenses, europeos y latinoamericanos regresaron, comprando y vendiendo, ayudando a China a recuperarse de las guerras de conquista vacías. Mientras las naciones musulmanas continuaban sangrando armas y dinero y hombres en la guerra cada vez más brutal para controlar la India.

Mientras tanto, un nuevo par de ensayistas irrumpieron en las redes. Uno se hizo llamar «Lincoln» y hablaba de la necesidad de poner fin a las sangrientas guerras y la opresión, y asegurar los derechos y libertades de todas las sociedades dando a un Gobierno mundial honrado y que respetara las leyes control exclusivo sobre todas las armas de la guerra.

El otro se hizo llamar «Martel», refiriéndose a Charles el Martillo que detuvo el avance musulmán hacia Europa en Poitiers. Martel seguía insistiendo en el grave peligro al que se enfrentaba el mundo debido a la existencia del califa. Los musulmanes, que ya constituían más de la tercera parte de la población de algunos países europeos, se envalentonarían, tomarían el poder y obligarían a toda Europa a vivir bajo la brutal ley musulmana.

Hubo algunos comentaristas que vieron en estos dos ensayistas una similitud con los días en que Locke y Demóstenes se enfrentaban, con una división similar entre la búsqueda de la paz y las advertencias de guerra. Locke y Demóstenes habían

resultado ser Peter y Valentine Wiggin. Sólo una vez respondió Peter a una pregunta sobre «Lincoln»:

—Hay varias formas de poder unir al mundo. Me alegro de no ser el único que espera que sea por medio de una democracia liberal en vez de por las conquistas del despotismo.

Y sólo una vez comentó Peter cuando le preguntaron por «Martel»:

—No creo que ayude a la causa de la paz mundial provocar el tipo de temor y odio que conduce a expulsiones y genocidio.

Ambas respuestas aumentaron la credibilidad de los dos ensayistas.


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