7 - La Familia Ribeira
Miro, deberías haber estado aquí, porque, a pesar de que tengo mejor disposición para el diálogo que tú, no sé qué significa esto. Tú viste al nuevo cerdi, ese al que llaman Humano; me pareció que te vi hablar con él un minuto antes de que te dedicaras a la Actividad Cuestionable. Mandachuva me dijo que le pusieron Humano porque era muy listo de pequeño. Muy bien, es muy adulador que «listo» y «humano» tengan relación para ellos, o quizás es ofensivo que piensen que nos sentiremos halagados por ello, pero no es eso lo que importa.
Mandachuva dijo entonces: «Ya podía hablar cuando empezó a andar solo.» Y colocó la mano a unos diez centímetros del suelo. Me pareció que lo que me estaba diciendo era la altura que tenía Humano cuando aprendió a hablar y caminar. ¡Diez centímetros! Pero puedo estar completamente equivocada. Deberías haber estado aquí para verlo por ti mismo.
Si tengo razón y eso es lo que Mandachuva quiso decir, entonces por primera vez tenemos una idea de la infancia de los cerdis. Si de verdad empiezan a andar cuando tienen diez centímetros de altura (¡y a hablar, nada menos!), entonces tienen que tener menos tiempo de desarrollo durante la gestación que la de los humanos, y se desarrollarán mucho más después de nacer. Pero esto es una absoluta locura, incluso para nuestro criterio.
Entonces se acercó y me dijo (como si no pudiera hacerlo), quién era el padre de Humano: «Tu abuelo Pipo conoció al padre de Humano. Su árbol está cerca de vuestra verja.»
¿Estaba bromeando? Raíz murió hace veinticuatro años, ¿no? Vale, tal vez esto sea sólo un asunto religioso, una especie de árbol - adoptado o algo así.
Pero por la forma en que Mandachuva lo dijo, como si fuera un secreto, sigo pensando que de alguna manera es cierto. ¿Es posible que tengan un período de gestación de veinticuatro años? ¿O tal vez Humano requirió un par de décadas para desarrollarse a partir de una cosita de diez centímetros hasta el hermoso espécimen de cerdi adulto que ahora vemos?
Tal vez el esperma de Raíz fue conservado dentro de un recipiente en alguna parte.
Pero esto tiene importancia. Ésta es la primera vez que un cerdi conocido personalmente por los observadores humanos ha sido mencionado como padre. Y Raíz, nada menos, el mismo que resultó asesinado. En otras palabras, ¡el macho con menor prestigio (un criminal ejecutado) ha sido mencionado como padre! Esto significa que nuestros machos no son solterones rechazados, aunque algunos de ellos sean tan viejos que consiguieron llegar a conocer a Pipo. Son padres potenciales.
Es más, si Humano es tan remarcablemente listo, entonces ¿por qué está aquí, si esto es realmente un grupo de solteros miserables? Creo que hemos estado confundidos desde el principio. Esto no es un grupo de solteros sin prestigio, esto es un grupo de jóvenes de gran reputación, y algunos de ellos van a valer para algo.
Así que cuando me dijiste que lamentabas que no estuviera presente, porque ibas a llevar adelante una Actividad Cuestionable y yo tenía que quedarme en casa y elaborar unos informes oficiales para el ansible, ¡te equivocabas por completo! (Si llegas a casa y estoy dormida, despiértame para darme un beso, ¿vale? Me lo he ganado).
Nota de Ouanda Figueira Mucumbi a Miro Ribeira von Hesse, retirada de los archivos lusitanos por orden del Congreso y presentada como evidencia en el Juicio in absentia contra los xenólogos de Lusitania bajo los cargos de Traición y Alevosía.
No había industria de la construcción en Lusitania. Cuando una pareja se casaba, su familia y amigos les construían una casa. La casa de los Ribeira expresaba la historia de la familia. En la parte delantera, la parte vieja de la casa estaba hecha de planchas de plástico sobre cimientos de hormigón.
Las habitaciones se añadían a medida que la familia crecía, cada una juntándose con la anterior, así es que cinco estructuras de un solo piso daban a la colina. Las últimas eran de
ladrillo, con una instalación de tuberías decente, y techos de tejas, pero sin ninguna intención de guardar sentido estético. La familia había construido exactamente lo que necesitaba y nada mas.
Ender sabía que no era la pobreza; no había pobreza en una comunidad donde la economía estaba completamente controlada. La falta de decoración, de individualidad, mostraba el desdén de la familia por su propia casa; para Ender, esto hablaba también de ellos mismos. Ciertamente, Olhado y Quara no mostraban la relajación y tranquilidad que la mayoría de las personas sienten cuando llegan a casa. Si acaso, se volvieron más cautos, menos ágiles. La casa parecía tener una sutil fuerza de gravedad, que los hacía más pesados a medida que se aproximaban.
Olhado y Quara entraron directamente. Ender esperó en el umbral a que alguien le invitara a pasar. Olhado dejó la puerta entornada, pero entró en la habitación sin hablarle. Ender pudo ver a Quara sentarse en una cama, que se apoyaba contra una pared desnuda, en la habitación principal. No había nada en ninguna de las paredes. Todas eran completamente blancas. La cara de Quara iba a juego con el vacío de las paredes. Aunque sus ojos observaban a Ender, no mostraba signo de reconocer que estaba allí; desde luego, no hizo nada para indicarle que podía entrar.
Había enfermedad en esta casa. Ender intentó comprender qué había en el carácter de Novinha que no hubiera advertido antes y que la hacía vivir en un lugar así ¿La lejana muerte de Pipo habría vaciado tanto el corazón de Novinha para que llegara a esto?
- ¿Está tu madre en casa? - preguntó Ender. Quara no contestó.
- Oh - dijo él -. Perdóname. Creía que eras una niña, pero ahora veo que eres una estatua.
Ella no hizo señal alguna de haberle oído. Eso le pasaba por intentar cambiar su carácter taciturno.
Escuchó el sonido de pasos apresurados sobre el suelo de hormigón. Un niño pequeño entró en la habitación, se detuvo en la mitad y se giró para mirar el lugar en donde estaba Ender. No podía tener más de seis o siete años, un año menor que Quara, probablemente.
Al contrario que Quara, su cara mostraba pleno conocimiento y un ansia salvaje.
- ¿Está tu madre en casa? - preguntó Ender.
El niño se agachó y cuidadosamente se arremangó la pernera del pantalón. Llevaba un largo cuchillo de cocina sujeto a la pierna que desenfundó lentamente. Entonces, sujetándolo con ambas manos, se dirigió a Ender y corrió hacia él a toda velocidad.
Ender advirtió que el cuchillo apuntaba a su ingle. El niño no se andaba con chiquitas a la hora de recibir a los extraños.
Un minuto más tarde, Ender tenía al niño sujeto con los brazos y el cuchillo clavado en el techo. El niño pateaba y chillaba. Ender tuvo que utilizar las dos manos para controlarlo; el niño terminó colgando delante de él por las manos y pies, como un ternerillo atado, dispuesto para ser marcado.
Ender miró a Quara fijamente.
- Si no vas inmediatamente y me traes a quienquiera que esté a cargo de esta casa, me llevaré a este animal y me lo comeré en la cena.
Quara pensó un instante. Luego se levantó y salió corriendo de la habitación.
Un momento después, una niña de aspecto cansado con el pelo alborotado y los ojos soñolientos entró en la habitación.
- Desculpe, por favor - murmuró -, o menino nao se restabeleceu desde a morte do pai... Entonces se despertó del todo.
- ¡O Senhor é o Falante pelos Mortos! ¡El Portavoz de los Muertos!
- Sou - contestó Ender -. Lo soy.
- Náo aquí - dijo ella -. Oh, no, lo siento, ¿habla usted portugués? Claro que sí, acaba de contestarme. Oh, por favor, aquí no, ahora no. Márchese.
- Muy bien - contestó Ender -. ¿Me quedo con el niño o con el cuchillo? Ender miró al techo; ella siguió su mirada.
- Oh, no, lo siento. Lo buscamos ayer todo el día, sabíamos que lo tenía, pero no sabíamos dónde.
- Lo llevaba atado a la pierna.
- Ayer no. Siempre miramos ahí. Por favor, suéltelo.
- ¿Estás segura? Creo que se ha estado afilando los dientes contra el cemento.
- No entiendo mucho el stark - advirtió la niña.
- Grego - le dijo al niño -, no se amenaza a la gente con el cuchillo. Está mal hecho. Grego gruñó.
- La muerte de Padre, ya sabe.
- ¿Tan unidos estaban?
Un reflejo de amarga diversión cruzó su cara.
- Apenas. Grego siempre ha sido un ladrón, desde que fue capaz de caminar y agarrar algo a la vez. Pero ahora lo hace para lastimar a la gente. Eso es nuevo. Por favor, bájelo.
- No - dijo Ender.
Los ojos se le estrecharon y pareció desafiarle.
- ¿Le va a secuestrar? ¿Para llevarlo adónde? ¿Para pedir un rescate?
- Tal vez no comprendes - dijo Ender -. Me atacó. No me has dado ninguna garantía de que no lo volverá a hacer. No vas a intentar castigarle cuando lo suelte.
Como Ender había esperado, la furia apareció en sus ojos.
- ¿Quién se cree que es? ¡Ésta es la casa de Grego, no la suya!
- La verdad es que he caminado un buen trecho desde la praça hasta aquí, y Olhado mantuvo un paso agotador. Me gustaría sentarme.
Ella le indicó una silla. Grego se retorció y forcejeó contra la presión de Ender, que lo alzó en el aire hasta que sus caras estuvieron casi juntas.
- Sabes, Grego, si consigues liberarte, te darás con la cabeza contra el suelo. Si hubiera alfombra, puede que tuvieras oportunidad de permanecer consciente. Pero no la hay. Y, sinceramente, no me importaría oír el sonido de tu cabeza rompiéndose.
Ender sabía que Grego comprendía bastante bien. Vio que alguien se movía fuera de la habitación. Olhado había regresado y estaba en el pasillo que daba a la cocina. Quara estaba junto a él. Ender les sonrió alegremente y luego se dirigió a la silla que la niña le había indicado. Al hacerlo, lanzó a Grego al aire, volteándolo de forma que sus brazos y piernas giraron frenéticamente durante un instante, lleno de pánico. El niño aulló de miedo ante el dolor que seguramente le asaltaría cuando golpeara el suelo. Ender se sentó tranquilamente en la silla y cogió al niño al vuelo y aprisionó instantáneamente sus brazos. Grego se las arregló
para clavarle los talones en las espinillas, pero puesto que no llevaba zapatos, fue una maniobra poco efectiva. Un momento después, Ender volvía a tenerlo completamente a su merced.
- Se está muy bien sentado - dijo -. Gracias por vuestra hospitalidad. Me llamo Andrew Wiggin. He conocido a Olhado y Quara, y está claro que Grego y yo somos buenos amigos.
La niña mayor extendió una mano, como si fuera a tendérsela para que la estrechara, pero no la ofreció.
- Me llamo Ela Ribeira. Ela es el diminutivo de Elanora.
- Encantado de conocerte. Veo que estás muy ocupada preparando la cena.
- Sí, muy ocupada. Creo que debería volver mañana.
- Oh, continúa. No me importa esperar.
Otro niño, más mayor que Olhado pero más pequeño que Ela, entró en la habitación.
- ¿No ha oído a mi hermana? ¡No le queremos aquí!
- Sois demasiado amables conmigo - dijo Ender -. Pero he venido a ver a vuestra madre, y esperaré hasta que vuelva a casa del trabajo.
La mención de su madre los hizo callar.
- Supongo que está trabajando. Si estuviera aquí, todos estos excitantes sucesos la habrían hecho venir corriendo.
Olhado sonrió levemente ante esto, pero el niño mayor se ensombreció.
- ¿Por qué quiere verla? - preguntó Ela, que tenía una expresión dolorida.
- La verdad es que quiero veros a todos - sonrió al niño mayor -. Tú debes ser Esteváo Rei
Ribeira. Llamado así por San Esteban el mártir, que vio a Jesús sentado a la derecha del Padre.
- ¿Qué sabe usted de esas cosas, ateo?
- Según tengo entendido, San Pablo estaba allí presente sosteniendo las túnicas de los hombres que lo lapidaban. Por lo que parece, entonces no era creyente. En realidad, creo que estaba considerado el enemigo más temible de la Iglesia. Y sin embargo se arrepintió más tarde, ¿no? De modo que sugiero que penséis en mí, no como enemigo de Dios, sino como un apóstol que aún no ha sido detenido en el camino de Damasco - sonrió Ender.
El niño se le quedó mirando, con los labios fruncidos.
- Usted no es San Pablo.
- Al contrario. Soy el apóstol de los cerdis.
- Nunca les verá. Miro no le dejará.
- Tal vez sí - dijo una voz desde la puerta.
Los otros se giraron de inmediato para verlo entrar. Miro era joven; seguramente aún no tenía veinte años. Pero su cara y su aspecto llevaban el peso de una responsabilidad y un sufrimiento que sobrepasaban con mucho su edad. Ender vio cómo todos los demás le dejaban sitio. No se retiraban de la manera como podrían retirarse ante alguien a quien temieran. Al contrario, se orientaron hacia él, colocándose a su alrededor, formando parábolas, como si fuera el centro de gravedad de la habitación y todo lo demás se moviera por la fuerza de su presencia.
Miro caminó hasta el centro de la habitación y se encaró a Ender. Sin embargo, dirigió la mirada a su prisionero.
- Suéltelo - dijo. Había hielo en su voz. Ela lo tomó suavemente por el brazo.
- Grego intentó apuñalarlo, Miro.
Pero su voz también decía: tranquilo, está bien, Grego no corre peligro y este hombre no es nuestro enemigo. Ender oyó todo esto; lo mismo hizo Miro.
- Grego - dijo Miro -. Te dije que algún día te toparías con alguien que no te tendría miedo. Grego, al ver que un aliado se volvía de pronto su enemigo, empezó a llorar.
- Me está matando, me está matando.
El muchacho miró fríamente a Ender. Ela tal vez confiaba en el Portavoz de los Muertos, pero
Miro no, no todavía.
- Le estoy haciendo daño - dijo Ender. Había descubierto que la mejor manera de ganarse la confianza era decir la verdad -. Cada vez que hace esfuerzos por liberarse, le produce un poco de incomodidad. Y todavía no ha dejado de revolverse.
Ender sostuvo la mirada de Miro, y éste comprendió su silenciosa petición. No insistió en que soltara a Grego.
- No te puedo sacar de ésta, Greguinho.
- ¿Vas a dejarle que haga esto? - pregunto Estêvao.
Miro le hizo un gesto para que se callara y le pidió disculpas a Ender.
- Todo el mundo lo llama Quim - el apodo se pronunciaba como la palabra rey en stark -. Empezamos a hacerlo así porque su segundo nombre es Rei. Pero ahora es, porque se cree que manda por derecho divino.
- Bastardo - dijo Quim, y salió de la habitación.
Al mismo tiempo, los otros dieron un paso adelante para seguir la conversación. Miro había decidido aceptar al extraño, al menos temporalmente; por tanto, podían bajar un poco la guardia. Olhado se sentó en el suelo; Quara regresó a su antigua posición en la cama. Ela se apoyó contra la pared. Miro cogió otra silla y se sentó de cara a Ender.
- ¿Por qué ha venido a esta casa? - preguntó.
Ender vio por la forma en que lo hacía que, como Ela, no le había dicho a nadie que había requerido a un Portavoz. Así que ninguno de los dos sabía que el otro le esperaba. Y, en realidad, no le esperaban tan pronto sin ninguna duda.
- Para ver a vuestra madre - contestó Ender.
El alivio de Miro fue casi palpable, aunque no hizo ningún gesto obvio.
- Está en el trabajo - dijo -. Trabaja hasta tarde. Está intentando desarrollar una modalidad de patata que pueda competir con la hierba de aquí.
- ¿Como el amaranto? Él sonrió.
- ¿Ya se ha enterado de eso? No, no queremos que sea tan buen competidor. Pero la dieta aquí es limitada, y las patatas serían una buena adición. Además, el amaranto no fermenta bien y no proporciona una buena bebida. Los mineros y granjeros han creado ya una mitología sobre el vodka que lo convierte en el rey de las bebidas destiladas.
La sonrisa de Miro inundó la casa como la luz del sol a través de las grietas de una caverna. Ender pudo sentir que la tensión se aflojaba. Quara empezó a balancear las piernas como
cualquier niña normal. Olhado tenía una expresión en la cara estúpidamente feliz, los ojos semicerrados, de modo que la placa metálica no era tan monstruosamente evidente.
La sonrisa de Ela era mayor de lo que merecía el buen humor de Miro. Incluso Grego se relajó y dejó de revolverse contra la tenaza de Ender.
Entonces, un súbito calor en su regazo le dijo que Grego, al menos, no estaba dispuesto a rendirse tan pronto. Ender se había entrenado, para no responder con un acto reflejo a las acciones de un enemigo hasta que hubiera decidido conscientemente que sus reflejos le guiaran. Por tanto, el flujo de orina de Grego no le hizo dar más que un leve respingo.
Sabía lo que estaba esperando Grego: un grito de cólera y que lo soltara lleno de disgusto. Entonces estaría libre, sería su triunfo. Ender no estaba dispuesto a concederle la victoria.
Ela, sin embargo, se dio cuenta por la expresión de la cara de Grego. Sus ojos se ensancharon y luego dio un paso airado hacia el niño.
- Grego, ¡eres un imposible mal...!
Pero Ender le guiñó un ojo y sonrió, deteniéndola donde estaba.
- Grego me ha dado un regalito. Es la única cosa que tiene, y la ha hecho él mismo, así que significa mucho. Me gusta tanto que nunca le soltaré.
Grego chilló y se revolvió de nuevo, con todas sus fuerzas, para liberarse.
- ¿Por qué hace esto? - preguntó Ela.
- Espera que Grego actúe como un ser humano - contestó Miro -. Hacía falta, y nadie más se ha molestado en intentarlo.
- ¡Yo sí! - dijo Ela.
Quim gritó desde la otra habitación.
- ¡No le digáis a ese bastardo nada de nuestra familia!
Ender asintió gravemente, como si Quim hubiera ofrecido una brillante proposición intelectual.
Miro chasqueó la lengua y Ela hizo girar los ojos y se sentó en la cama junto a Quara.
- No somos una familia muy feliz - dijo Miro.
- Comprendo - contestó Ender -. Con vuestro padre muerto tan recientemente... Miro sonrió sardónicamente. Olhado tomó la palabra.
- Con Padre tan recientemente vivo, querrá decir.
Ela y Miro estaban obviamente de acuerdo con él, pero Quim gritó de nuevo.
- ¡No le digáis nada!
- ¿Os lastimó? - preguntó Ender con suavidad. No se movió a pesar de que la orina de Grego se volvía fría y pestilente.
- No nos pegaba, si eso es lo que quiere decir - respondió Ela. Pero, para Miro, las cosas habían ido demasiado lejos.
- Quim tiene razón. No es asunto de nadie mas que de nosotros.
- No - dijo Ela -. Es asunto suyo.
- ¿Y cómo?
- Porque está aquí para Hablar de la Muerte de Padre.
- ¡La muerte de Padre! - dijo Olhado -. ¡Chupa pedras! ¡Padre murió hace tres semanas nada más!
- Ya venía en camino para Hablar de otra muerte - dijo Ender -. Pero alguien solicitó un
Portavoz para la muerte de vuestro padre, y por tanto yo Hablaré por él.
- Contra él - dijo Ela.
- Por él - repitió Ender.
- Le traje aquí para que dijera la verdad - dijo ella amargamente -, y toda la verdad sobre Padre está en su contra.
El silencio se apoderó de la habitación, haciendo que se quedaran quietos, hasta que Quim entró lentamente. Sólo miró a Ela.
- Tú lo llamaste - dijo suavemente -. Tú.
- ¡Para que diga la verdad! - respondió ella. Su acusación obviamente le había hecho daño; no tuvo ni siquiera que decirle cómo había traicionado a su familia y a su iglesia al traer a este infiel para que revolviera lo que estaba establecido durante tanto tiempo -. Todo el mundo en Milagro es tan amable y comprensivo... Nuestros profesores pasan por alto cositas como los robos de Grego y el silencio de Quara. ¡Ni siquiera importa que no haya dicho nunca una palabra en la escuela! Todo el mundo pretende que somos niños normales... los brillantes nietos de Os Venerados, ¿no? ¡Con un Zenador y dos biologistas en la familia! ¡Qué prestigio!
¡Sólo miran a otro lado cuando Padre se emborracha y se vuelve violento y viene a casa y golpea a Madre hasta que no puede caminar!
- ¡Cállate! - gritó Quim.
- Ela... - dijo Miro.
- Y gritándote a ti, Miro, diciendo cosas terribles hasta que tuviste que huir de casa, huiste, dando tumbos porque apenas podías ver...
- ¡No tienes derecho a decírselo! - reprendió Quim.
Olhado se puso en pie de un salto y se plantó en medio de la habitación. Se dio la vuelta para mirarlos a todos con sus ojos inhumanos.
- ¿Por qué sigues queriendo ocultarlo? - preguntó suavemente.
- ¿Qué pasa contigo? - le contestó Quim -. Nunca te hizo nada. Sólo te desconectaba los ojos y te quedabas ahí con los cascos puestos, escuchando batuque o Bach o cualquier cosa...
- ¿Desconectarme los ojos? - dijo Olhado - Nunca me desconectaba los ojos.
Se dio la vuelta y se dirigió al terminal, que estaba en la esquina de la habitación, en el lugar más alejado de la puerta. Con unos pocos movimientos rápidos lo conectó y luego recogió un cable de interface y se lo colocó en la hendidura de su ojo derecho. Fue el simple enlace de un ordenador, pero a Ender le recordó el ojo de un gigante, abierto y expectante, mientras él cavaba y penetraba en el cerebro y le hacía dar tumbos a la vez que moría. Se quedó inmóvil un momento antes de recordar que aquello no había sido real, sino un juego que había ejecutado contra el ordenador de la Escuela de Batalla. Tres mil años, aunque para él fuera solamente veinticinco, no eran una distancia tan grande para que la memoria hubiera perdido su poder. Habían sido sus recuerdos y sueños de la muerte del gigante lo que los insectores habían sacado de su mente para convertirlo en la señal que dejaron para él y que, eventualmente, terminó por conducirle a la crisálida de la reina colmena.
Fue la voz de Jane, susurrando desde la joya en su oído, lo que lo trajo de vuelta al presente.
«Si no te importa, mientras conecta ese ojo, voy a echarle un vistazo a todo lo que tiene almacenado ahí»
Una escena empezó a representarse en el aire sobre el terminal. No era holográfica, sino como un bajorrelieve que se hubiera aparecido a un solo observador. Era esta misma habitación, vista desde el lugar en el suelo donde Olhado había estado sentado un momento antes... aparentemente era su lugar favorito. En medio de la habitación había un hombre grande y violento que amenazaba y gritaba a Miro, quien permanecía inmóvil, la cabeza gacha, escuchando a su padre sin ningún signo de furia. No había sonido. La imagen era solamente visual.
- ¿Lo has olvidado? - susurró Olhado -. ¿Has olvidado cómo era?
En la escena, Miro por fin se dio la vuelta y salió; Marcão lo siguió hasta la puerta, gritándole. Entonces se giró hacia la habitación y se quedó allí, jadeando como un animal exhausto por la caza. En la imagen Grego corrió hacia su padre y se agarró a su pierna, gritando hacia la puerta, dejando ver claramente, por la expresión de su cara, que estaba repitiendo las crueles palabras que su padre había dirigido a Miro. Marcão se liberó del niño y caminó con propósito decidido hacia la habitación trasera.
- No hay sonido - dijo Olhado -. Pero podéis oírlo, ¿verdad? Ender sintió que el cuerpo de Grego temblaba en su regazo.
- Ahí está, un golpe, un crujido, ella se cae al suelo, ¿podéis sentir en vuestra carne la manera en que su cuerpo golpea el cemento?
- Cállate, Olhado - dijo Miro.
La escena generada por ordenador terminó.
- No puedo creer que grabaras eso - dijo Ela.
Quim lloraba y no hacía ningún esfuerzo por ocultarlo.
- Lo maté - dijo -. ¡Lo maté!, ¡lo maté!, ¡lo maté!
- ¿De qué hablas? - preguntó Miro, desesperado -. ¡Tenía una enfermedad que le estaba pudriendo por dentro, era congénito!
Ender negó con la cabeza.
- ¡Recé pidiendo que muriera! - chilló Quim. Su cara estaba roja de pasión; lágrimas, mocos y saliva rodeaban sus labios -. ¡Le recé a la Virgen, le recé a Jesús, les recé al abuelo y a la abuela! ¡Dije que iría al infierno si él moría, y lo hicieron, y ahora iré al infierno y no lo lamento! ¡Dios me perdone, pero me alegro!
Salió de la habitación hecho un mar de lágrimas. Una puerta se cerró en la distancia.
- Bueno, ya tenemos otro milagro certificado a cargo de Os Venerados - dijo Miro -. Su santidad está asegurada.
- Cállate - dijo Olhado.
- Y es el que nos dice una y otra vez que Cristo nos pide que perdonemos al viejo puñetero - continuó Miro.
Grego empezó a temblar tan violentamente en el regazo de Ender que éste se preocupó. Se dio cuenta de que susurraba una palabra. Ela vio también el desasosiego de Grego y se arrodilló delante del niño.
- Está llorando. Nunca le había visto llorar así...
- ¡Papá!, ¡papá!, ¡papá! - susurraba Grego.
Sus temblores habían dado paso a grandes sacudidas, casi convulsivas en su violencia.
- ¿Tiene miedo de Padre? - preguntó Olhado.
Su cara mostraba preocupación por Grego. Para alivio de Ender, todas las caras estaban llenas de preocupación. Había amor en esta familia, y no sólo la solidaridad común por haber vivido bajo la ley del mismo tirano durante todos estos años.
- Papá se ha ido - dijo Miro, confortándolo -. Ya no tienes que preocuparte.
- Miro, ¿no observaste el recuerdo de Olhado?
Los niños pequeños no juzgan a sus padres, los aman. Grego intentaba con todas sus fuerzas ser como Marcos Ribeira. Los demás tal vez os alegréis de que muriera, pero para Grego fue el fin del mundo.
A ninguno se le había ocurrido. Incluso ahora era una idea preocupante; Ender pudo ver que retrocedían ante ella. Y, sin embargo, sabían que era
verdad. Ahora que Ender lo había señalado, era obvio.
- Deus nos perdoa - murmuró Ela -. Dios nos perdone.
- Las cosas que hemos dicho - susurró Miro.
Ela le tendió las manos a Grego, que rehusó ir con ella. En cambio, hizo exactamente lo que Ender esperaba, y para lo que estaba preparado. El niño se dio la vuelta y se abrazó al cuello del Portavoz de los Muertos y lloró amarga, histéricamente.
Ender se dirigió amablemente a los otros, que miraban sin saber qué hacer.
- ¿Cómo podía mostraros su pena, cuando pensaba que le odiabais?
- Nunca hemos odiado a Grego - dijo Olhado.
- Al menos debería haberlo sabido - dijo Miro - Sabia que sufría más que ninguno de nosotros, pero nunca se me ocurrió...
- No te eches la culpa - intervino Ender -. Es el tipo de cosa que sólo puede ver un extraño. La voz de Jane susurró en su oído.
- Nunca deja de sorprenderme, Andrew, la forma en que conviertes a la gente en plasma.
Ender no podía contestarle, y ella tampoco le habría creído de todas formas. No había planeado esto. Había salido sobre la marcha. ¿Cómo podía haber supuesto que Olhado tendría una grabación del mal trato que Marcão daba a su familia? Su única reflexión auténtica fue con Grego, e incluso eso fue instintivo: tenía consciencia de que Grego deseaba desesperadamente a alguien que tuviera autoridad sobre él, alguien que actuara como un padre para él. Ya que su propio padre había sido cruel, Grego entendía la crueldad como prueba de amor y fuerza.
Ahora sus lágrimas empapaban el cuello de Ender con tanto calor como, un momento antes, lo había hecho la orina en sus muslos.
Había supuesto lo que haría Grego, pero Quara le pilló desprevenido. Mientras los otros miraban a Grego llorar en silencio, se levantó de la cama y se encaminó directamente a Ender. Tenía los ojos llenos de furia.
- ¡Apesta! - le dijo con firmeza. Entonces se marchó de la habitación y se dirigió a la parte trasera de la casa.
Miro apenas contuvo la risa, y Ela sonrió. Ender alzó las cejas como si dijera: a veces se gana, a veces se pierde.
Olhado pareció oír las palabras que no había dicho. Desde su silla junto al ordenador, el niño de los ojos metálicos dijo suavemente:
- También ha ganado con ella. Es lo máximo que le ha dicho a alguien fuera de la familia desde hace meses.
«Pero yo no estoy fuera de la familia - dijo Ender en silencio -. ¿No te has dado cuenta? Ahora estoy en la familia, os guste o no. Me guste o no.»
Después de un rato Grego dejó de llorar y se quedó dormido. Ender lo llevó a su cama. Quara estaba ya dormida al otro lado de la habitación. Ela ayudó a Ender a quitarle los pantalones empapados de orina y cambiarle la ropa interior. Su contacto fue suave y delicado, y Grego no se despertó.
De vuelta a la habitación, Miro observó a Ender clínicamente.
- Bien, Portavoz, tendrá que decidir. Mis pantalones le quedarán demasiado cortos y demasiado ajustados en la entrepierna, pero los de Padre le quedarán grandes.
A Ender le llevó un momento recordar. La orina de Grego se había secado hacía rato.
- No te preocupes. Puedo cambiarme cuando llegue a casa.
- Madre aún tardará otra hora en llegar. Ha venido a verla, ¿no? Podemos limpiar sus pantalones mientras tanto.
- Tus pantalones, entonces - dijo Ender -. Me arriesgaré con lo de la entrepierna.