—Amanda — escuchando el llamado de mi madre, opto por enderezarme y cerrar la cortina.
—¿Sí?
—¿Vas a trabajar hoy?
—No, no trabajo hasta el lunes. ¿Por qué?
—¿Quieres venir?
—No, vayan ustedes y diviértanse mucho. Hace mucho tiempo no salen y es bueno que tengan su momento de manifestarse.
Lo siento, madre, pero no hay forma de que desaproveche esta oportunidad de estar a solas con esa máquina. Las probabilidades de que esto ocurra en otro momento, son escasas.
Mi padre baja a la sala con las maletas y noto los pantalones cortos y rosa que trae puesto.
—¿Qué haces con esos pantalones, papá?
—Tu madre me los regaló. ¿No te gustan?
—Veo desde ya que la van a pasar genial — miro a mi madre y me guiña un ojo—. Diviértanse.
Luego de que se despiden y se van, termino mi desayuno para subir a mi cuarto a recogerlo. Es un desastre y no quiero que vea esto así. Guardo todo en el armario a las carreras y me cambio de ropa. Me da el tiempo justo cuando escucho el toque en la puerta y camino ligero a abrir.
—¿Se puede? — Mauricio trae consigo una escalera.
—Claro — puedes entrar y hacer todo lo que quieras, siempre serás bien recibido.
Entra a mi habitación y bajo la falda que se me ha subido por la prisa de abrirle.
—¿Cuántas capas quieres y de qué color? ¿Deseas el mismo de ahora o quieres cambiarlo?
—¿Puede ser turquesa y púrpura?
—Claro. ¿Lo quieres en cuatro… — se detiene y estoy segura que debió darse cuenta de mi evidente reacción—… tonos? Lo que quiero decir es que hay varios tonos de púrpura.
—Ah, tonos — que lastima—. Eres el duro en esto — y en otras cosas ha de ser igual—. Sé que me gustará el resultado.
—Bueno, entonces iré a buscarlo en la casita. Ya regreso — camina a la puerta y observo la forma en que lo hace.
Diosito, ¿por qué no me mandas a alguien así y que pueda notarme?
Mientras busca las cosas, bajo a la cocina a traer una botella de agua para cuando regrese. Sé que ha estado trabajando desde temprano y debe estar sediento, tanto como yo, pero de él. Al cabo de un rato, regresa conmigo a la habitación y se pone manos a la obra con los materiales y la pintura. Qué manera increíble de pasar el rolo. Ese movimiento de los brazos es fascinante. Quisiera apretarlos.
—¿Puedes abrir la puerta de la habitación?
—¿No es mejor así? — quiero más privacidad. Si la dejo abierta mi abuela puede asomarse y va a interrumpir las cosas.
—No, nos vamos a asfixiar con el olor a pintura. Además, no quiero que esto se pueda malinterpretar. Eres una chica y no se supone que estemos encerrados así.
—¿Por qué? No estamos haciendo nada malo, ¿o sí? — cruzo las piernas y se voltea hacia la pared—. ¿Pasa algo? — ¿Acaso estaba mirando mis piernas?
—No, solo continuaré pintando.
—¿Cómo está tu pequeña?
—Bien, la semana que viene cumpleaños. Está mucho más grande cada día, ya no tengo bebé.
—Espero algún día poder conocerla.
—Algún día la traeré para que la veas.
—¿Te puedo hacer una pregunta? Espero no te moleste.
—Claro, dime.
—¿Y la mamá?
—No lo sé — su respuesta fue rápida, asumo que hice una pregunta indebida, pero la curiosidad me estaba matando.
—Lo pregunto por tu hija. O sea, no debe de ser tarea fácil el criarla solo.
—Es difícil, pero no imposible— entonces sí está solo—. Hasta ahora a ella no le ha faltado nada y es feliz, así que eso para mí es lo más importante.
—Debe sentirse orgullosa del padre que tiene. Eres un buen hombre y un padre ejemplar.
—¿Y a ti cómo te va en el trabajo? — cambia el tema—. Me dijo tu papá que te cogieron por la compañía.
—Así es. Me va bien, estoy tratando de darlo todo esta vez.
—¿Aún tienes en mente los planes de mudarte?
—Eventualmente en algún momento deberé hacerlo, pero aún no quiero.
—¿Es por tu rompimiento?
—No, es solo que me gusta vivir aquí y tengo varias razones para quedarme por más tiempo. Tú eres una de ellas — confieso sin darme cuenta.
—¿Qué? — se voltea hacia mí y agito las manos, antes de levantarme de la cama.
—Bueno, lo que quise decir es que me gusta contar con tu amistad y conversar contigo hace mis días menos aburridos. Vivir sola en otra parte sería muy deprimente. Además de que, no sé hacer muchas cosas.
—Pero sabes que siempre puedes contar conmigo. Incluso si te mudas, puedo ayudarte en lo que necesites.
—Pero no podrías dividirte. Ya bastante trabajo tienes aquí.
—Eso es lo de menos. Me gusta y disfruto lo que hago. Además de que, me gustaría ser partícipe de cuando logres independizarte. Es un gran paso a la adultez — se me queda viendo por unos instantes y desvío la mirada.
Claro, solo me ve como una niña todavía. No importa cuánto crezca, lo que haga, siempre es lo mismo. Para sus ojos, solo soy una niña que está a punto de enfrentarse a la vida de una adulta. Supongo que solo tendré la oportunidad de desnudarlo con la mirada, más no tenerlo para mí como quiero. Por eso mis intentos siempre han sido infructuosos. No importa, solo seguiré luchando por conquistarlo. Estaba ida en esos pensamientos que no había notado su cercanía. El haber levantado la mirada y verlo tan cerca, me hace tragar saliva y perderme de nuevo en su mirada. Todavía recuerdo la primera vez que lo vi, el cómo mi corazón se aceleró de una forma inaudita y la vergüenza de haberlo desnudado con la mirada, me hizo correr a esconderme en el cuarto. Fue una primera impresión bastante vergonzosa, pero valió la pena cada segundo el haberlo conocido. Cada día que pasa, lo encuentro más atractivo, buenote y seductor. Bajo la mirada a su torso y hasta escalofríos me da. No lo había visto tan de cerca, pero ahora puedo verlo mejor. Flexiono los dedos de las manos varias veces seguidas con la ansiedad y ganas de tocarlo. Rayos, su olor, su color de piel y proporciones es tan divinamente perfecto. Quiero tocarlo, quiero hacerlo, aunque sea solo una vez.
—¿Estás bien? — miro sus labios, la forma en que se mueven mientras habla y trago saliva.
—Quiero tocar.
—¿Qué cosa? — arquea una ceja y, cuando caigo en cuenta de lo que digo, agito la cabeza.
—Ahí tienes agua. Debes estar sediento luego de haber estado bajo el sol desde esta mañana — cambio el tema.
—Estoy bien, no te preocupes. Será mejor que continúe — regresa a hacer su trabajo y llevo la mano a mi pecho.
Dios mío, mi corazón está muy alterado aquí en mi pecho. Debo reponerme de esto. Lo que pasa es que no esperaba que sucediera eso tan de repente. Debí aprovechar la oportunidad, pero soy una tonta.
Lo veo mover el armario con el propósito de seguir pintando, pero por desgracia, la puerta se abre y caen varias cosas mías al suelo. No tengo tiempo de reaccionar tras las cosas que se encuentran tiradas, cuando él se dobla a recogerlas y veo en sus manos el consolador rosa que había comprado la semana pasada y de la sorpresa e impresión casi me da un infarto. Se lo arrebato de las manos a toda prisa, casi sin aliento, con todo mi rostro caliente e incluso las orejas de la vergüenza.
—Esto tiene una explicación — no me queda de otra que tratar de arreglar la situación y lo restrego en mis dos mejillas—. Sé que tiene una extraña forma, pero aunque no lo creas, esto es para esparcir la base de maquillaje — estoy segura que no me creyó una palabra y, a decir verdad, ni yo misma podría creerme semejante mentira.
—Se nota lo útil que debe de ser el producto. ¿Podrías hacerme una demostración? Estoy curioso por saber a cuántas velocidades trabaja. Debe ser algo así como una pulidora, ¿verdad? ¿Deja tu rostro brillando? — sonríe ladeado, y mi rostro se quiere caer de la vergüenza.
Quisiera que la tierra se abra, me trague y me tire al mismísimo carajo.