—Cada día que pasa te vuelves peor, John.
—Mejor, querrás decir— me acomodé bien para poder moverme y gimió—. Mi esposa le ha cogido mucho gusto a esto.
—¿Para eso querías la moto? ¿Querías estrenarla conmigo? — cuestionó entre gemidos.
—No, pero si se le puede dar uso, ¿Por qué no? El auto también lo usaremos y la carretera de ser necesario.
—¿No estás exagerando un poco?
—¿Te parece que esté exagerando? — la presioné más para poder embestirla adecuadamente.
—Es demasiado, John— se tensó y pude notarlo a la perfección.
En esta posición podía apreciar todo muy bien. Era fascinante ver cómo se envolvía alrededor de mi y aceptaba cada parte. Me tenía al punto de perder el control. Pude darme cuenta que ella estaba tratando de moverse y quise acelerar mis movimientos, inclinándome hacia ella y escuché que sus gemidos se volvieron más intensos.
—¿Te gusta? — mordí su espalda mientras continuaba embistiéndola.
—Se siente increíble.
—Ah, ¿Si?— halé su pelo y llevé mi mano a su cintura—. Ya te lo he dicho anteriormente; me encanta cuando eres honesta.
—¿Por qué no vamos a la auto, John?
—Me parece buena idea— me detuve y me paré al lado de la motora, esperando que ella se bajara.
—Ahora es cuando duele— rio, y se bajó.
—No por mucho— la levanté en mis brazos y me encaró.
—¿Qué crees que haces?
—Ayudarte, cosita— la recosté encima del bonete del auto.
—Pense que sería dentro.
—Dentro estará— sonreí—. Aquí podría hacer contigo lo que quiera— abrí sus piernas y me acomodé entre ellas.
—Eres un descarado.
—Por todo lo alto— la volví a penetrar y está vez si gimió como deseaba escucharla.
Coloqué ambas piernas en mis antebrazos y puse las manos sobre el bonete para poder continuar.
—Esto es muy intenso— se aferró a mi corbata, y mordió sus labios.
—¿Ahora se siente mejor? — sonreí al ver como lágrimas de emoción y placer recorrían su mejilla.
Es imposible no desear acabar con ella en un momento como este y, más, si hace esas expresiones tan candentes y fascinantes. Solté una de sus piernas para poder arrancar el traje por el escote y apretar su seno. La muy pervertida ni siquiera tenía sostén.
—Luego el pervertido soy yo— pellizqué su pezón y chilló—. Eso fue un sonido muy excitante. Déjame oírte otra vez— pellizqué el otro y pude escucharla de nuevo. Eso hacía que incrementaran las ganas de explotar.
—Viene un auto— avisó entre gemidos, pero era imposible que me detuviera ahora.
—A mí no me importa. Permite que vean cómo me corro dentro mi esposa— la adrenalina, las ganas, el deseo, todo se juntó. Un rapidín para comenzar la noche no estaría mal.
—¿No te importa que me vean?
—Si estás justo debajo y siendo cogida por mi, no tengo problema— bajé su pierna y me acomodé entre ellas, llevando mi mano a su cuello sin ejercer mucha presión y ella se aferró a mi —. Fíjate que en esta posición no te van a ver ninguna parte indebida.
—Eres muy malo— soltó con un hilo de voz.
—¿Lo soy?— aceleré mis movimientos y, aún escuchando el sonido del auto cerca, me corrí justo cuando pasó por nuestro lado.
Daisy se aferró a mi cuello y me besó al escucharme fatigado. Estuvimos por unos instantes así, hasta que retomé mi postura y la ayudé a sentarse.
—Eres un animal— miró el bonete y supe a lo que se refería.
—Hemos bendecido el auto, ahora es parte de nuestra familia— subí el cierre del pantalón, y me quité el traje para ponérselo encima.
—A pesar de que dijiste que no te importa que me vieran, me cubriste para que no lo hicieran— rio.
—No es cierto; además quizá piensen que estábamos tomando una siesta luego de un largo viaje— reí.
—Lo más probable— sonrió—. Hay algo de lo que quería hablar contigo, cielo.
—Soy todo oídos.
—Es sobre tu asistente.
—Si hablas de que es una infiltrada, ya lo sabía.
—¿Qué? ¿Cómo lo sabías?
—¿Crees que no me doy cuenta de las cosas? Has estado distante y actuando extraño, para mí estaba claro que algo te sucedía y mandé a que te siguieran. Para serte honesto, llegué a pensar que estabas viéndote con otro y no sabes lo molesto que me sentía.
—Eso es ridículo.
—Entonces no hagas pendejadas a mis espaldas y no pensaré ridiculeces.
—No quería que creyeras que lo mío era por celos solamente.
—¿Solamente? O sea, ¿Que también los celos están incluidos?
—Sí, muero de celos. No me gusta que nadie mire o desee lo que es mío.
—¡Joder! Hasta que al fin dejas el puto orgullo y lo dices.
—No creas que no me he dado cuenta de que le miras el culo.
—¿Qué pendejadas dices, mujer? A la única que le miro el culo y se lo parto es a ti, pero ese no es el punto, no nos desviémos del tema principal— busqué mi teléfono—. ¿Es está tu amiga? — le mostré la foto que le tomaron en la cafetería con la amiga.
—¿Acaso tú…? — tapó su boca.
—Ay, que pena, ya estaba a punto de enviarla con un pasaje expreso al infierno— sonreí.
—Eres un hijo de puta. ¿Por qué no me consultaste?
—¿Acaso tú consultaste todo esto conmigo? Los malos entendidos pueden ocasionar desgracias. Para la próxima confía más en tu hombre y deja de hacer tanta pendejada a mis espaldas, pendeja.
—Uy, que actitud de mierda te cargas— sonrió.
—No me estés jodiendo, Daisy.
—Tu tampoco a mi. ¿Qué planeas que hagamos con tu asistente?
—Un festín, ¿Qué más podríamos hacer con ella? Quiero saber las razones por la cual se infiltró en la empresa, y de alguna manera recuperar el dinero que se ha estado robando y tú callaste.
—¿Estás enojado conmigo?
—Sí, tienes mucha suerte de que eres mi mujer, o de lo contrario, ya sabes dónde estarías ahora.
—¿Dónde estaría? — me agarró por la corbata y me haló hacia ella.
—Parece que no ha sido suficiente para ti, cosita.
—No, es nuestro aniversario, así que debemos aprovecharlo al máximo— sonrió, y llevé mi mano a su cuello antes de besarla.
Ya me dejé arrastrar otra vez.