—¿Qué desea que haga, padre?
—No los dejes salir de la habitación, ahora mismo salgo para allá— colgó la llamada, y reí.
—No puedes disimular la alegría y la emoción, eres un hijo de puta en todo el sentido de la palabra— comentó Akira.
—Ya sé lo que hará, sabemos que ese cuento no se lo va a creer tan fácil, pero ya quiero ver su cara cuando vea a la momia de su mujer, recibiendo a otro hombre en su misma cama. Los celos y la rabia nublan la mente, es por eso que no puedo esperar— reí.
—Eso me consta. Me preocupa que vaya a sospechar de ti.
—Te apuesto un millón de dólares de que pensará que fuiste tú.
—Ya planchaste todo, ¿Cierto?
—Si te revelo algo sobre eso, no tendría caso apostar.
—Eso sería trampa, no te quieras pasar de listo.
—Tú mismo lo dijiste, el que no arriesga no gana. Quien sabe si termines ganando, en esto nada es seguro.
—Te ves muy confiado al respecto, para mí está muy claro.
—Iré a recibir a mi adorado padre. Permiso, empleado— reí, y salí de la habitación.
Quise asegurarme de que todo estuviera en orden y me acerqué a la puerta. Se podían escuchar los gemidos de ella, eso confirma que todo va como lo planeado. Con la calentura que debe tener, no va a poder pensar con claridad y la agresividad es lo que saldrá de ella, haciendo enfadar a Kleaven. No creo que se deje pegar los cuernos, además su voz me parecía que estaba alterado. Debe querer mucho a esa vieja loca, porque de los contrario, no se pondría así. Aún si la deja viva, tengo otro plan en mente.
Minutos después, Kleaven llegó a toda prisa y ni me dirigió la palabra, solo abrió la puerta bruscamente y encendió la luz. Al encontrarse con la escena, soltó un gritó molesto y ella no tardó en responderle.
—¡Ay, ya cállate! Me duele la maldita cabeza como para que andes gritando.
Joder, esto se está poniendo bueno.
—¿¡Qué demonios crees que estás haciendo!?— gritó Kleaven molesto.
—¿Qué no ves que es esto? ¿Tras de viejo, ciego?
—¡Eres una cualquiera!— la agarró por las greñas, y la tiró al pasillo frente a mi.
—Llévate a esa cualquiera de mi vista, Alma.
—¿A dónde quiere que la lleve, padre?
—Llévala al auto, daremos una vuelta nosotros cuatro.
—Como ordene, padre.
El empleado estaba en silencio y vi como Kleaven le apuntó con el arma, haciéndolo caminar desnudo como estaba. Estaba tratando de controlar esas ganas de reír.
Llevé al auto a la momia y estaba tambaleando, estaba completamente desnuda y esos pellejos de vejez, se movían a la par de su caminar.
La tiré en el asiento trasero y Kleaven hizo lo mismo con el empleado. Se subió en el asiento del pasajero y me pidió que los llevara al matadero.
Al llegar, nos bajamos y él se encargó de llevar arrastrada a su mujer, mientras yo bajé al empleado, que aún estaba callado. Algo me dice que Akira le hizo o le dio algo más, no es normal que esté tan callado, a menos que se haya resignado y no lo creo.
Al entrar, la tiró en el suelo y me ordenó que amarrara al empleado a una silla.
—¿Qué vas a hacerle? — preguntó la momia, arrastrándose a donde su amante.
—¿Aún conmigo aquí, y te atreves a preguntarlo, zorra? — Kleaven la levantó del brazo bruscamente y le dio una bofetada, haciéndola caer nuevamente al suelo.
Eso le hacía falta, a ver si ahora la cara se le arregla.
—Eres una puta, y tu amante y tú, van a pagarlo muy caro. A mí nadie me engaña y mucho menos en mis propias narices. ¿Para esto insististe en venir conmigo? Te lo he dado todo, lujos, dinero, comodidades, todo lo que se te ha dado la gana, ¿y así me pagas? ¡Eres una malagradecida! No debí sacarte de ese chiquero en el que te encontrabas.
—Ni siquiera me tocabas. Necesitaba alguien que me hiciera sentir mujer, algo que tú hace años no haces. Eso ni te funciona, y aún así, quieres tener a una mujer como yo a tu lado.
Anda, momia. Sigue hablando y provocando al demonio.
—Que bajo has caído, Suzan. Que ilusa. ¿Crees que ese pendejo está contigo para hacerte sentir mujer? No, está detrás de mi dinero; además, no es que no me funcione, el problema no soy yo, es que es contigo que no me funciona.
Le dieron justo en la vejez y en lo fea. Ahora puedo sentirme satisfecho de que no soy el único que lo piensa.
—Salgamos, Alma— nos paramos en la puerta de entrada—. Ella no es así, aún así se atrevió hacerme esto. ¿No notaste nada extraño cuando la llevaste al bar?
—En todo momento estuve vigilando a la señora. Ella estaba divirtiéndose con sus amigas como de costumbre. Hoy se había pasado de tragos y salió antes de tiempo. Me insistió en que la traera a la casa porque tenía algo urgente que hacer, así que la llevé. La dejé en la habitación y al regresar de la ronda, vi a ese empleado en la puerta de su cuarto y se metió con ella; luego de eso lo llamé para avisarle.
—¡Maldita zorra! ¡Le haré vivir una pesadilla a ambos! Tú me ayudarás, Alma. Prepara las cosas.
—Como ordene, padre.