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57.73% Alma Negra / Chapter 112: 112

章 112: 112

Al llegar a la casa, los hombres de John estaban muertos, y eso que él les avisó. Si llega a estar la niña aquí, sabrá Dios lo que pudo haber sucedido. No había ningún auto por el área.

—Parece que estamos jugando a esconder. Bájate, y no hagas una tontería. No importa lo que suceda allá dentro, no pierdas la calma ni actúes por tu cuenta. Al menos, debes fingir que estás sorprendida por esa gente que está muerta, Daisy. ¿Acaso ya no sientes asco o pena por ellos?

—¿Por qué debería sentir pena por unos desconocidos? Si llegaba a estar la niña aquí, sabrá Dios lo que hubiera pasado.

—Maldición, acabo de excitarme por oírte decir eso.

—John…

Se bajó del auto, así que lo seguí. Tapé mi boca al verlos y John sacó su teléfono, no hizo más que dar un paso al frente y el sonido de un disparo se escuchó. Se me erizó la piel al escucharlo, no sé de donde fue, pero John me agarró la mano y me hizo correr dentro de la casa con él. Cerró la puerta de la entrada, y los dos estábamos agitados.

—Ese hijo de puta sí quería matarme.

—¿Quién es ese hijo de puta? — escuché la voz de Kwan a nuestras espaldas, y los dos nos giramos al mismo tiempo.

Había tres hombres detrás de Kwan, que nos apuntaron con un rifles a los dos.

—Kwan…

—Pero mira nada más a quien tenemos de visita— comentó John.

—¿Qué haces aquí, Kwan?— le pregunté.

—Esperaba que dijeras algo así como: Te extrañé mucho y eso. Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos, panterita. Que reunión tan interesante. Estuve esperando tanto por este momento.

John trató de sacar el arma, y los tres le apuntaron a él.

—No te aconsejo que hagas eso, te harán polvo y lo sabes. Quiténle el arma.

—¿Por qué haces esto, Kwan? — le pregunté asustada.

Uno de ellos se acercó a John y lo rebuscó, quitándole así el arma.

—¿No me has extrañado, panterita? Yo sí.

—¿Por qué otra vez? ¿Qué hay con la tregua que tenían?

—Ya me cansé de ella. Tengamos una reunión los tres. Amarren a John — le ordenó al hombre, quien sacó de su bolsillo una cinta gris.

—¡No hagas esto, por favor! — le pedí.

—No interfieras, Daisy.  Esto es entre él y yo. Está vez no voy a irme sin tocar una cuántos temas, Alma negra.

Dos de los hombres se acercaron y le apuntaron más de cerca, mientras que el otro, pegó a John a la pared y le amarró las manos con la cinta. Él no puso resistencia.

—Si le haces algo a ella, te mataré— le advirtió John.

—A ella le tocará decidir más adelante, si seguir en tu bando, o venirse al mío. Ambas decisiones tienen sus consecuencias — me miró, y sonrió —. Llévenlo a la sala— le ordenó a sus hombres.

Ellos lo llevaron a la sala y lo sentaron en el sofá, Kwan se me quedó viendo, esperando que caminara al frente de él. Esto está mal, no contaba con que iban amarrar a John. Mientras caminaba, Kwan me agarró por la cintura repentinamente y me asusté.

—Estás mucho más linda que antes, pero eso de andar con armas no pega contigo, panterita. Te ves mucho más linda cuando eres inocente y pura — rio, y sacó el arma de mi cartera, colocándola en su pantalón.

Maldita sea, ¿Será que se imagina que nosotros sabíamos que él vendría?

Me soltó y pude caminar a la sala, iba a sentarme al lado de John, pero Kwan no me lo permitió.

—Iré directo al asunto, John. No tengo mucho tiempo. Tengo varias preguntas; la primera es que, quiero saber dónde está tu hermana, la tal Juliana.

John rio.

—Estás perdiendo el tiempo, no voy a decirte nada — uno de los hombres de Kwan, golpearon a John en la cara con el rifle.

—¡No hagas esto, Kwan! — le grité.

Kwan me miró.

—Te dije que no interfieras, panterita — miró a John nuevamente—. Está bien, cambiemos la pregunta. ¿Quién es Owen Miller? — Kwan sonrió, y John se quedó tranquilo.

¿Kwan sabe de Juliana y de su esposo? Esto está muy mal.

—El perro de la vecina — John rio.

—Ese perro, sin duda tiene varios cachorritos con la vecinita, o eso me contaron.

—¿Estás de parte de los Roberts?

—Por mi cuenta, aunque ellos también te están buscando, pero yo tuve el privilegio de dar contigo primero.

—¿A quién le pagaste para que nos siguieran? ¿Fuiste tú el de la bomba?

—¿Qué bomba? No sé de qué hablas.

—Asumo entonces que fueron los Roberts.

—¿De qué vale que asumas? No vas a poder matar a ninguno, pues de aquí no vas a salir vivo. Ahora responde, ¿Quién es Juliana?

—Ni idea. En su casa la conocen — le dieron otro golpe a John, y giró su rostro.

—¡Ya basta, Kwan!

—Te metes una vez más y voy amarrarte también— me advirtió Kwan, mirándome de reojo.

John me miró de reojo y miró el piso. No sé si estaba tratando de decirme algo o no, pero estaba tan nerviosa, que no podía comprenderlo.

—¿Qué razón tuviste para matar a Leonardo?

—Porque era un infeliz y estaba cansado de ser su marioneta.

—Era tu padre y lo traicionaste, al igual que a tu madre. ¿No sientes vergüenza? Puedo entender que no era tu padre realmente, pero una traición es una traición, y eso se paga con sangre. No se muerde la mano a quien te da de comer, Almita. Él te dio sus mejores años para entrenarte, para hacerte quien eres ahora, mientras que a mí solo me brindó el tiempo que le sobró. Confiaba más en ti, que en mí, y eso es algo que no soporto. Hablaba de ti con tanto orgullo, como si fueras la gran cosa, y mira, ese mismo hijo especial del que estuvo tan orgulloso, fue quien lo traicionó y de la peor forma. Leonardo era mi verdadero padre.

—Que sorpresa. ¿Por qué será que me imaginé eso mismo? — rio—. Lo maté, y lo volvería hacer una y otra vez, Kwan. Eso se merecía ese viejo por imbécil y manipulador. No sé porqué te importa tanto ese viejo, ya está muerto y no va a regresar; y si llega hacerlo, lo vuelvo a mandar directo al infierno otra vez, ¿Cómo lo ves? — Kwan le dio un puño a John, y él rio—. No creas que yo me siento orgulloso de lo que soy, o de lo que me convirtió ese cabrón. Desperdicié mis mejores años siendo una marioneta de ese viejo pendejo y de esa bruja arpía. Podrás golpearme todo lo que te dé la gana, pero eso no lo va a revivir. Él no vendrá a apapacharte y a decirte que eres su hijito favorito o a leerte un cuento antes de dormir. Deberías aceptarlo de una vez, y dejar descansar en paz a los muertos.

—Te haré tragar todo lo que has dicho— Kwan agarró a John por el traje y lo tiró al suelo, subiéndose sobre él y comenzó a golpearlo.

Quise intervenir, pero esos tres hombres estaban ahí. Miré alrededor a ver si lograba ver un arma, pero no vi ninguna.

Si intento algo, no dudarán en dispararme, pero no quiero que lo sigan golpeando.

—¡Detente, por favor! — le rogué en lágrimas.

—Todos estos años buscando la forma de vengarme, y al fin tengo la oportunidad. Vas a pagar por lo que le hiciste a mi padre, John.

—Haz lo que quieras. De igual forma, si me matas o no, no vas a revivirlo. Me voy satisfecho, hermanito. En esta historia, vienes siendo como el patito feo, al que nadie quiere — rio.

Kwan sacó una cuchilla de su pantalón, y la alzó.

—¡No lo hagas, Kwan! — grité lo más fuerte que pude, y Kwan me miró.

—Al parecer no te quedó claro, panterita. Amarrénla.

—No te perdonaré si lo haces.

—Me da lo mismo. Me odiarás igual cuando veas como mato al padre de tu bebé.

Entonces sabe sobre eso…

Uno de ellos se acercó con la intención de amarrarme y me agarró bruscamente el brazo, lo que me hizo darle una patada en los huevos y quitarle el rifle de un jalón. De los nervios se me disparó y el hombre cayó al suelo. Los otros dos me apuntaron rápidamente y Kwan se levantó del suelo.

—No le disparen— les ordenó.

Mis manos estaban temblando.

—Yo no quería matarlo, fue un error de cálculo. Lo siento, Kwan.

—¿Tú estás pidiendo disculpas por haber matado a alguien? — rio —. Me sorprende tu transformación. Baja el arma.

—No, no se acerquen— les apunté a los otro dos, y Kwan se me quedó viendo.

—No compliques las cosas o terminarán matándote, panterita.

—Prefiero que lo hagan, a permitir que maten a John. Pídeles que se vayan o voy a matarlos — les apunté, pero aún mis manos temblaban.

—Está bien. Salgan de aquí, ya mismo los llamo— les ordenó, y ellos salieron.

Quise asegurarme de que lo hicieran y Kwan me quitó el rifle de un jalón.

—Es peligroso que una chica linda como tú, tenga un arma en la mano— la tiró a un lado, y se acercó.

—No te acerques— retrocedí.

Vi a John cuando se sentó y llevó sus manos a los zapatos, no sé qué estaba haciendo. Kwan acercó la cuchilla a mi rostro.

—Te daré la oportunidad de decidir una vez más. ¿Vas a seguirlo defendiendo y te quedarás con él hasta el final, o me darás una oportunidad a mi?

—Sabes bien la respuesta, Kwan.

—Entonces debo matarte con él, panterita — acercó la cuchilla a mi cuello, y volvió a mirarme.

—¿Así que piensas matarme también, Kwan?

—No me gustaría hacerlo, pero lastimosamente, preferiste quedarte en el bando contrario. Quise darte una oportunidad de pensar bien las cosas, de que te dieras cuenta que ese tipo no te conviene, pero supongo que te gustan chicos que te traten mal, y que te hagan llorar. Me gustabas, panterita. No soy de dar segundas oportunidades y contigo lo hice. He estado ilusionado de ti por todos estos años. Te he vigilado todo este tiempo. He visto lo feliz que te veías durante tu embarazo, cuando se mudaron a Londres también. He sido tu sombra sin darte cuenta. Guardaba la esperanza de que algún día te cansarías de este idiota y me darías la oportunidad a mi, pero supongo que, el idiota fui yo. Creí que mi problema sería únicamente John, pero veo que también lo eres tú. Nunca me había gustado alguien, así como me gusta tu. Que estúpido, ¿Verdad? Enamorarme de la mujer de mi peor enemigo. De tantas mujeres que existen, precisamente de ti tengo que haberme enamorado — se acercó, y me encaró.

John aún estaba sentado, y la presión de tener esa cuchilla en mi cuello, me hizo buscar la cuchilla que tenía en mi ropa interior, sin que él se diera cuenta.

—Te ves más bonita que antes o es por el tiempo que no te veía. Realmente quiero preguntarte una ultima vez, panterita. Al menos, piensa bien en la respuesta, ¿Si? — su mano estaba temblando, y realmente sentí lástima.

Lo que siempre vi en Kwan era una sonrisa, pero ahora parecía que estuviera sufriendo, y ser la causante no me hace sentir bien, pero no puedo mentirle. 

Sujeté la mano que tenía la cuchilla en mi cuello, y clavé la mía en el costado de él. Kwan no trató de lastimarme, incluso, soltó su cuchillo en el suelo.

—Lo siento, Kwan. Realmente lo siento, pero ahora mismo representas un peligro para mi familia. No puedo permitir que le quites a mi hija su padre. Quizá, si te hubiera conocido antes, hubiera podido estar contigo. No dudo que seas una buena persona, pero a quien amo es a John; sí, a ese perro inmundo que me hizo vivir un infierno y que me hizo llorar mucho, pero a él lo escogí. No quería llegar a esto, te juro que no, pero no me diste opción. Perdóname.

—Siempre lo supe—  recostó su cabeza en mi hombro.

Vi a John mirándonos, ya se había soltado, pero no quiso intervenir.

—Te amo, panterita— el cuerpo de Kwan cayó al suelo, y presionaba fuertemente la herida.

Yo no quería, juro que no quería que las cosas terminaran así. Una lágrima bajó por mi mejilla y sentía mi pecho oprimido.

John cogió el rifle del suelo, y le apuntó a Kwan.

—Te lo dije, cosita. Te sorprendería lo que un hombre sería capaz de hacer por una mujer— dijo John.

Él sabía que esto pasaría. Ahí fue cuando entendí la razón por la cual lo dijo. Significa que, este era su plan todo el tiempo.


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