—Estoy muy nerviosa, John.
—No lo estés. Tienes que calmarte, linda. Piensa en nuestro bebé. Olvídate de todo a tu alrededor y déjame las cosas a mi—coloqué el arma en mi pantalón, no podía dejarla afuera o si nos acorralan, me la podrían quitar fácilmente y solo tengo una aquí.
Subí su traje lo más que pude y metí mis manos por debajo, para quitarle la ropa interior. Estaba bastante húmeda, y aún estaba soltando un líquido transparente.
Busqué mi teléfono, pensando que lo tenía encima, pero lo dejé en el auto por descuido. De igual manera, no creo que fuera hacer mucho, aquí no creo que haya señal.
Me quité el gabán y los puse debajo de ella. Daisy estaba luchando para no quejarse fuerte.
Otra vez la hago sufrir por mis problemas y ahora también metí a nuestro bebé en esto.
—¿Qué estás sintiendo?
—Siento una presión horrible.
—Recuesta tu cuerpo y abre las piernas.
Al hacerlo, se quejó y tapó su boca
—¿Qué sucede, bonita?
—Es como si fuera salirse. Es una sensación extraña. Me duele mucho, John.
Subí las mangas de mi camisa, hasta mi codo y me acomodé entre sus piernas.
—No sé lo que hay que hacer, pero necesitaré que pujes lo más que puedas. Lo más probable ya vaya a salir.
—Tengo miedo.
—No tengas miedo. Todo saldrá bien. Veamos esto como una prueba más. No dejaré que nada les pase. Confía en mí, ¿Si?
Verla llorar, me estaba doliendo, porque por más que buscaba la forma de calmar su preocupación o su miedo, no encontraba las palabras correctas para hacerlo. Ni yo mismo sabía si esto iba a salir bien o no.
—¿Crees que te sientas más cómoda acostada o sentada?
—Creo que así está mejor.
Miraba alrededor y no veía a nadie. La ventaja es que, salimos corriendo antes de que ellos se adentraran también. El auto estaba en medio de la carretera, no creo que sepan para qué lado corrimos. Podemos ganar algo de tiempo.
Puse mis manos en sus rodillas y la miré.
—Cuando estes lista.
Respiró hondo y pujó, pero tratando de aguantar sus quejidos de dolor, mordía fuertemente sus labios.
—No te muerdas. Te estás lastimando— me fui al lado de ella y acaricié su cabeza —. Relájate, todo va a salir bien. Muerde mi brazo, pero no te lastimes tu. Perdóname por hacerte pasar esto. Realmente lo siento. Sé lo mucho que te debe estar doliendo y estás tratando de soportarlo para que no nos encuentren—se quejó, y apretó fuertemente mi brazo.
Se veía muy adolorida, estaba sudando mucho y su cuerpo se iba calentando cada segundo que transcurría. Lágrimas bajaban de sus mejillas y cerraba fuertemente sus ojos, mientras pujaba.
—No puedo.
—Quita esas palabras de tu boca. ¿Cómo mi mujer es capaz de decir que no puede? ¡Claro que puedes!
Estaba tratando de concentrarme en todo, en ella y en que esa gente no estuviera cerca, pero aún no había escuchado a nadie.
Ella continuaba pujando y tratando de evitar gritar, y ya me estaba sintiendo frustrado. No podía decirle que dejara de esforzarse demasiado, porque la realidad es que, si hace mucho ruido nos van a encontrar. Con mi otra mano acaricié suavemente su barriga, quería aliviar su dolor de alguna manera. Su rostro se veía muy rojo, y su respiración estaba muy agitada. Estuvo así por unos instantes, cuando se quejó más fuerte.
—Siento que está ahí, John.
Bajé a sus piernas y pude ver lo que parecía una cabeza, sobresaliendo de su parte baja. Fue un shock para mí, no puedo negarlo. No me producía asco ni nada por el estilo, más bien estaba sorprendido de lo que ella estaba soportando, y la impresión me causó algo de escalofrío. Me abaniqué con la mano y miré a Daisy.
—Tienes que continuar pujando, linda. Ya puedo ver su cabecita. Ya estamos casi al otro lado.
Ella asintió en lágrimas y apretó la rama del árbol con todas sus fuerzas. Estaba saliendo sangre alrededor y me preocupé. No sé si era normal eso.
Acerqué mis manos y traté de ayudarla lo más que pude. No quería lastimar al bebé, y mucho menos a ella.
—Puja un poco más, muñeca. Tú puedes. Has hecho un excelente trabajo.
No debo decirle lo que estoy viendo o ella se va a preocupar más. Ella continuó y vi cómo llegó un momento en que, parte de su cabecita había salido. La sujeté evitando que fuera a lastimarse y cuando vi sus hombros, traté de ayudarlo a salir, hasta que pude hacerlo.
Daisy soltó un quejido fuerte y se tapó rápidamente la boca. El bebé salió llorando y me asusté. El bebé era muy pequeño, podía sujetarlo fácilmente con una mano. Se sentía tan frágil, que tenía temor de lastimarlo solo con tocarlo. Su carita era muy linda y tenía sus ojos cerrados.
Daisy estaba queriendo recuperar su aliento y estaba esforzándose en respirar normal.
—¿Qué es nuestro bebé, John?
No había mirado esa parte aún. Estaba tan concentrado viendo su linda carita, que no había pensado en eso. Al mirar, tuve que acercarme más para poder confirmar que lo que realmente estaba viendo; era una niña.
A pesar de todo lo que estaba pasando, me sentía realmente feliz. Una extraña emoción invadió mi pecho, a tal límite, de sentir una lágrima bajando por mi mejilla.
La niña estaba con el cordón umbilical y no me atreví a removerlo. Será mejor que lo deje así y me encargue de llevarlas a un hospital según termine con todo este problema.
Me acerqué con la niña a Daisy y ella al verla, sonrió.
—Es una hermosa princesa, John— se sentó y se la puse en los brazos, luego me miró—. ¿Estás llorando?
—Has hecho un buen trabajo, cosita. Gracias a ti, ya tenemos a nuestra princesa aquí. Eres increíble. Realmente te admiro. Te dije que eres una mujer fuerte— acaricié su mejilla.
—Es hermosa, John.
—Se parece mucho a ti.
—No hay forma de saber eso todavía.
—No hablo solo físicamente.
—¿Y a qué te refieres?
Le di un beso en la frente y las abracé con cuidado.
—No me hagas esa pregunta ahora, muñeca.
Escuché un suave sonido, como si alguien hubiera pisado una hoja o algo parecido, y eso me alertó. El estar oscureciendo era una ventaja que debía aprovechar.
—Quédate aquí—le pedí a Daisy.
No terminé de decirlo, y vi a un hombre saliendo de uno de los árboles en el costado.
—¡Están aquí!— gritó, apuntándonos con un arma.
—No hagas una tontería y cuida a la niña— le murmuré a Daisy, antes de levantarme y pararme delante de ellas.
No hay forma de que permita que les hagan daño, primero los mato yo a ellos.