—Eres un descarado. ¿Ahora dirás que no es tu hijo? Que mal padre eres.
—No me hagas perder la poca paciencia que tengo, mi corderito. Tu necedad te va a llevar a provocarme.
—No soporto que seas un infeliz. ¿Has visto la cara de ese niño, y sus ojos? ¿Aún te cuesta creerlo?— Akira suspiró molestó y sonrió.
—No tienes que recordarme que el mocoso se parece a mí, es una puta molestia.
—No puedo creer que estés hablando de un bebé así— traté de caminar a la cama con el niño, pero Akira me jaló el brazo.
—Ese mocoso no es mi hijo, es el hijo de mi hermano.
—¿Qué dijiste? ¿Tienes secuestrado a este bebé?
—¿Ahora entiendes la situación, preciosa?
—Eso no puede ser cierto. ¿Y esa mujer quién era?
—Te diré si me besas.
—No te voy a besar, mejor no me digas nada.
—Me molesta tanto que te niegues a darme un beso, cuando te mueres por dentro de hacerlo y no creo que solamente eso.
—No sabes nada, ¡ya cállate!
—Demuéstralo — me encaró, y desvié la mirada—. ¿Por qué te cuesta tanto trabajo mirarme a la cara? ¿Acaso tienes miedo de que te bese y logre lo que quiero?
—El niño está en la cama, ten algo de respeto.
—Esta profundamente dormido. Nos da tiempo hacer lo que queramos mientras despierta.
—Me molesta que insistas tanto. Si tan caliente estás, ¿por qué no buscas alguien que te baje la calentura?
—Porque te quiero a ti, ¡maldita sea! ¿Qué te cuesta entender eso? ¿Por qué no te conviertes en mi mejor amiga?
—¿Qué estás tratando de decirme?
—Ya que no quieres ser mi esposa, ¿Por qué no te acuestas conmigo? ¿A qué le temes?
—Te has equivocado conmigo, Akira. Yo no soy una zorra como las que acostumbras a buscarte. Si tanto deseas tener una mujer dispuesta abrirte las piernas, no debiste haber matado a tu mujercita— me acorraló contra la pared y me encaró nuevamente.
—Tienes ese maravilloso don de hacerme enfadar tan jodidamente rápido, pero a la vez de encenderme. Acuéstate conmigo, lisa.
—Vete a la mierda, Akira. ¿No te cansas de lo mismo? Porque yo sí.
—Quiero que seas mía ahora.
—Ya te dije que no, y este truco de acorralarme a la pared me tiene cansada, casi igual que tú.
—¿Con Kanji no te cansas y con tu marido si?— su pregunta me puso nerviosa.
—¿Qué dijiste?
—No creas que soy imbécil como para no darme cuenta de que te andas revolcando como una zorra con él.
—Eres un infeliz — traté de darle un bofetada, pero la detuvo.
—Si no te he matado es porque sé lo sola que te debiste haber sentido todos estos años, pero meterte con él, si fue algo muy sucio. Si no te amara tanto, no te hubiera dejado pasar esto. ¿Aún sigues dudando de mi amor hacia ti? — no sabía qué demonios decir. Se veía bien molesto, aunque estaba tratando de disimularlo con una sonrisa, pero esa sonrisa ya la conozco—. ¿Cuánto tiempo más planeas hacerte la santa, corderito? Esa es una de las cosas que me molesta de ti. Cuando te descubren en las cosas que haces mal, te quedas callada. Si te tiraste a nuestro peor enemigo, ¿Qué te cuesta hacerlo conmigo?
—A mi no me trates como si fuera una cualquiera.
—Pues déjame decirte que eso eres. Tengo que amarte demasiado como para haberte pasado esto.
—No me hagas reír, ¿Qué mierda puedes hablar tu? Fuiste tú el primero que nos abandonó y se revolcó con otra. ¿Ahora vienes hacerte el más herido?
—Ambos somos iguales, Entonces ¿de qué mierda te quejas?
—¿De qué te quejas tu?
—Que de todos los putos hombres que hay en el puto mundo, justamente con nuestro enemigo; ese que juraste matar por parecerse a su sobrino, y quien te viera, abriéndole las patas como perra en celo — le di una patada de la rabia y él me pegó más a la pared.
—¡Eres un imbécil, machista!
—Si eres capaz de revolcarte con él, ¿qué te cuesta abrirte a mi?
—Y de todas las putas con las que te acuestas, ¿Por qué solo quieres conmigo? Digo, si soy tan perra como dices, se supone que no quieras tener nada conmigo.
—Porque a la que amo y deseo es a ti, estúpida— me besó apasionadamente—. ¿Por qué mierda te cuesta tanto entenderlo? — me besó de vuelta, y sujetó mi cuello para obligarme a besarlo de vuelta—. Maldita necia— esos besos hicieron que todo lo que estabas tratando de ocultar por estos años, volviera a descontrolarse—. Me molesta que no te des cuenta de lo mucho que te amo, de que haría lo que fuera por no haberte dejado ese día. Trato de sentir esto que siento por ti, con otra mujer, pero es imposible. Tú haces que todo de mi se descontrole, y odio que seas tan estúpida como para no darte cuenta. Quiero que seas mía otra vez, así sea en la cama, pero me conformo con poder tocarte, besarte o sentirte—no, no quiero volver a lo mismo. No puedo rendirme tan fácil a alguien que solo ha traído desgracias a la vida de mis hijos y la mía.
—No me importa, Akira. Yo no voy acostarme contigo, lo que sientas ahora, ya no me importa—quisiera gritarle lo mucho que lo sigo amando, pero esto está mal. No puedo olvidar todo lo que me hizo, solo por este deseo que provoca en mi.
—No voy a creerte una sola palabra. No puedo hacerlo, no, mientras tu cuerpo este así. Si realmente te desagrada estar cerca de mi o ya no te importo como dices, ¿Por qué tiemblas de esta forma? — puso su mano alrededor de mi cintura y la bajó a mis muslos.
—No confundas el deseo, con el amor. A cualquiera que toquen de esta forma sentiría algo. Eso no significa que te siga amando como dices.
—Acabas de admitir que deseas esto, corderito.
El niño comenzó a llorar y empujé a Akira a otra parte.
—Ya basta— caminé hacia el bebé y me senté en la cama, lo sujeté en mis brazos y lo mecí.
—Salgamos mañana, lisa.
—No, Akira.
—Te diré todo sobre el bebé, ¿No te interesa?
—Sé tus intenciones.
—¿Tienes miedo de lo que pueda pasar sin haber interrupciones?— sonrió con malicia.
—En tus sueños.
—Te buscaré mañana en la noche, y sé que como eres una niña hermosa e inteligente, harás lo que te pido, ¿Verdad? — arqueó una ceja.
—Ahorra tus amenazas.
—Te veo mañana a las 8— salió del cuarto sin permitir que me negara. ¡Maldito sea!
Entonces, ¿Este bebé no es de Akira? Esto es peor de lo que pensé.