—¿Fuiste tú quien ocasionó esto?— le pregunté al desconocido.
—¿Qué pregunta es esa, Srta. Tsukino? Pensé que planeaba morirse allá dentro con toda esa gente.
—Responde.
—Parece que tiene una falla de memoria. Tú misma me pediste que lo hiciera.
—Yo no di esa orden.
—¿Así que es cierto lo de tu memoria o es que no eres la verdadera Leiko? — se mostró incrédulo.
—No sé de lo que hablas, pero puedo decirte con seguridad que no fui yo quien te mandó hacer esto. Deberías asegurarte de con quién haces tratos. Acabas de destruir mis planes con esto.
—Acabas de confirmar mis sospechas. Tú no eres la verdadera Leiko — me apuntó con su arma—. No me gustan las niñas mentirosas.
—¿Y si es así que? ¿Dónde están tus hombres? ¿Te dejaron solo?
—No necesito de mis hombres para lidiar con una mujer. No te pareces en nada a ella. Escogiste a la mujer equivocada.
—Tu también escogiste la mujer equivocada— le di una patada en la mano para que soltara el arma y así sacarla del medio—. ¿Ahora sin arma que puedes hacer?— trató de caminar al arma y alcé mi traje rápidamente para sacar la mía de mi muslo. Siempre tengo que estar armada y ahora más que nunca—. No deberías jugar con tu suerte, señor. No sé quién seas, pero la idea de que hayas descubierto la verdad no me agrada para nada— comenzó a reír.
—Esto no lo esperaba, perra— en un milésimo segundo metió su mano en el pantalón y le disparé antes de que sacara otra arma. Cayó al suelo, sujetando su hombro izquierdo.
—Si lo esperaba, pendejo. No es la primera vez que usan esa sucia jugada conmigo. ¿Por quién me tomas?— caminé hacia él y le seguí apuntando.
—Tarde o temprano todos se darán cuenta de tu mentira— su voz se escuchaba entrecortada.
—Si, y cuando eso pase, tendrán la misma suerte que tú— le disparé en la cabeza sin pensarlo.
Estoy cansada de que me tomen por estúpida. Ni siquiera pude interrogarlo. Esto será un problema. Tengo que buscar a Akira. Solo espero que esté bien. Escuché dos disparos detrás de mí y me giré automáticamente. Ahí fue donde vi a Akira.
—¿Cómo puedes dar la espalda así, tonta?
—¡Akira!— lo abracé al verlo.
—¿Estás bien, princesa?—
—Si, ¿Tú estás bien?
—Si, ¿Quién era este?— Akira miró al viejo que había matado—. Le tenías odio, ¿Eh? — sacó su teléfono y le tiró una foto.
—Sabía la verdad. Él fue el causante de esa explosión. ¿Cómo están las personas?
—Adentro mucho muerto por todos lados, aunque logré evacuar algunos. Pensé que te había pasado algo mi reina— Akira volvió abrazarme, se veía preocupado.
—¿Y tú acompañante?
—No sé, no la he visto.
—Hay que buscarla.
—Será mejor irnos de aquí antes que la policía venga.
—Si nos vamos y la policía investiga de que nos fuimos, pensarán que tenemos algo que ver.
—No voy a exponerte más. Kanji que se encargue. Nosotros nos vamos— Akira me jaló el brazo y nos fuimos.
—¿Qué haremos ahora?
—Tenemos que hablar con Kanji.
—No, no hablemos con él.
—¿Por qué?
—Solamente nosotros sabemos sobre esto, ¿No crees que está claro lo que está sucediendo?
—¿Estás insinuando que Kanji tiene algo que ver?
—¿Hay alguna otra teoría?
—A Kanji no le conviene hacer algo como eso. Estaría perdiendo mucho y él no es tan idiota. Alguien más debe estar jugando con nosotros y voy averiguarlo. A la que logre saber quién está detrás de esto, voy hacerlo picadillo— nos subimos al auto, y Akira manejó.
—¿A dónde vamos?
—Quiero estar a solas con mi mujer.
—¿Me has echado de menos?
—No tienes idea.
—Yo también a ti. Tampoco tienes idea lo que me cuesta soportar verte con esa cualquiera.
—Será temporal, linda. Voy a compensarte por esa tiempo perdido.
—Espero sea lo suficiente.
—¿Alguna vez no ha sido suficiente?
—No recuerdo. ¿Me harás recordarlo?
—No juegues con mi mente, corderito. No sabes todo lo que me he contenido.
—No te controles más — Akira detuvo el auto.
—Así que mi gatita quieres jugar con su dueño. Te advierto que estás jugando con fuego. Luego no te quiero quejándote— me pasé de asiento y me senté encima de él.
—Estás hablando demasiado, cariño— lo besé como que moría de ganas hace mucho de hacerlo.