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53.33% Entre el amor y el odio (+18) / Chapter 192: 192

章 192: 192

—¿Por qué dices eso, Inka?— intenté no demostrarle lo que me dolió su palabra.

—¿Cómo puedes hacerte la pendeja, lisa?

—¿Por me hablas así? No sé de qué estás hablando.

—Fue tu culpa, fuiste tú quien debía haber pasado por esto. Si no nos parecieramos tanto, hubiera podido evitarlo.

—Tus palabras duelen, Inka. ¿Cómo puedes desear algo como eso? Si hubiera sabido antes que nuestro padre tenía planes de hacer algo como esto, lo hubiera impedido.

—Lo sabías. Ese día yo misma te vi. Habías escapado sola y me dejaste atrás.

—No sé de que hablas.

—El día que me llevaron tu estabas ahí, si mamá no te hubiera sacado de ahí en ese momento, las cosas serían diferente— no entiendo nada de lo que estás diciendo.

—Cuando desapareciste yo no estuve contigo, Inka.

—¡Mentirosa, Mentirosa, Mentirosa!— gritó con todas sus fuerzas.

—Creo que estás confundida, será mejor que descanses.

—No me ordenes, lisa. Ese viejo asqueroso me lo dijo todo. Te casaste con su hijo y te olvidaste de mí. Me abandonaste como lo hacen todos— así que de eso se trata. Le lavó el cerebro, está mezclando una cosa con la otra. No puedo intentar entrarla en razón porque no lo hará y complicaría las cosas. Sentía un nudo en la garganta, pero no quería demostrarle que estaba herida.

—Estas confundida, Inka. Será mejor que te deje tranquila. Espero te recuperes y puedas organizar tus pensamientos, porque estás equivocada. Jamás me olvidé de tí. Hablaremos cuando te recuperes.

—Eres una cobarde, una perra de mierda, lisa— se intentó levantar de la camilla e intenté aguantarla—. ¡No me toques! — me empujó. Toqué el timbre de la enfermera. No podía dejar que se levantara. Akira entró a la habitación, creí que estaría con Mr. Jefferson. La sujetó y la intentó acostar en la cama.

—Eres tú ese cabrón— miró a Akira con desprecio. Es como si lo conociera o lo hubiera visto antes. Forcejeaba con Akira y le tiraba golpes. Es como si fuera otra persona, es lo de menos luego de lo que ha pasado.

—Cálmate, el médico vendrá en unos instantes— dijo Akira, aguantándola a la cama—. Sal de la habitación, lisa— me pidió Akira.

—No puedo irme— se escuchó la puerta y vi al doctor junto a dos enfermeras, trajo consigo una inyección. Ya sabía lo que iba a pasar por su agresividad. Salí de la habitación a llorar, no podía aguantar más verla así. Al rato Akira salió de la habitación junto al doctor.

—¿No estabas con tu padre?— le pregunté a Akira.

—Escuché los gritos de ella, ya sabía que esto iba a ocurrir, así que tuve que interferir. Ven aquí— Akira me sujetó por los hombros y me acercó a él para abrazarme—. Se va a poner bien, no te preocupes.

—Pero duele— no podía hablar por ese nudo en la garganta que tenía.

—Es normal lo que acaba de suceder. Le di un calmante para que se mantenga calmada. Ya le había dicho que deben tener paciencia. Será un proceso largo y complejo, pero se va a recuperar. Le recomiendo que se mantenga un poco alejada de la paciente por el momento o puede afectarle en su recuperación— me dijo el Doctor.

—Gracias, doctor— le respondió Akira por mi. El doctor se fue dejándome sola con Akira.

—Ella no quiere verme y la comprendo. Si eso le hace daño es mejor evitarlo, pero ¿qué hago con este dolor en el pecho? Quisiera ayudarla, quisiera hacer algo por ella.

—Lo sé, todo será por su bien. Tenemos que darle algo de tiempo mientras asimila las cosas y vuelve a la normalidad. Te llevaré a la casa.

—Tienes que quedarte con tu padre, Akira. Yo buscaré la forma de regresar sola.

—No digas tonterías. Mi padre aún no despierta, está descansando. Necesito también cuidar de ti, eres mi esposa. Necesitas descansar, voy a ir contigo a la casa. Cuando mi padre despierte vendremos de vuelta.

—No quiero que se quede sola, Akira.

—¿Quieres que te lleve a la fuerza a la casa? Ya escuchaste al doctor, lisa. Ella estará bien aquí, también tienes que preocuparte por tu salud. Estás herida y no has descansado. No seas más necia o no respondo— Akira se molestó.

—Lo siento— accedí a irme con él a la casa. Yo sé que no serviría de ayuda estando aquí, pero tampoco quería dejarla sola.

Al llegar a la casa intenté fingir que las cosas estaban bien, no quería preocupar a mi madre.

—¿Qué les pasó? — preguntó mi madre, mirándonos a los dos.

—Un pequeño accidente, pero todo esta bien— respondió Akira. Había olvidado por completo el dolor de la frente y la herida de Akira. Estaba tan dolida por dentro que no podía pensar en nada más.

—Si, no te preocupes, todo está bien— sonreí algo incómoda. Ella se quedó mirándonos a los dos.

—¿Y Jefferson?

—Salió del país a atender unos negocios, en unos días estará de vuelta— respondió Akira.

—Kaori y el niño están dormidos. Quisieron quedarse a dormir juntos.

—¿Se portaron bien y terminaron de comer?

—Si, todo bien.

—Gracias por cuidarlos, señora.— dijo Akira.

—De nada, es un gusto estar con mi nieta.

—Nos iremos a descansar, espero nos disculpe.

—No se preocupen, vayan— nos despedimos y subimos a la habitación.

Nos bañamos juntos sin dirigir ninguna palabra. Estuvimos pensando los dos. Nos acostamos en la cama, pero no tenía sueño y tampoco creo poder dormir. No podía sacar de mi cabeza las palabras de mi hermana.

—Vengo enseguida— Akira salió de la habitación. Solo me quede entre pensamientos con mi hermana. Todo lo que ha pasado a debido ser tan fuerte y doloroso para ella. Akira regresó al cuarto con dos tazas de té.

—Nos caerá bien— ambos nos tomamos el Té y nos recostamos. Akira me abrazó por la espalda.

—No pienses en nada, solo relájate.

—No puedo evitarlo, Akira. Me dijo que me odia, sus palabras me dolieron como un puñal en el pecho. Sé que es normal que me odie por todo lo que ha pasado, pero duele. Tal parece que tu padre le lavó el cerebro, nos odia a los dos.

—Ese maldito viejo ya no nos va a molestar más, solo hay que darle tiempo a que se recupere, lisa. Ella entenderá las cosas, solo tenemos que tener paciencia. Es normal que actué de esa forma hacía los dos, pero ya se le pasará.

—Es todo lo que deseo, me duele verla así— mis lágrimas comenzaron a bajar.

—No te quiero escuchar así. Sé que debe doler, pero me duele mucho mas a mi verte en este estado. Trata de relajarte para que puedas descansar— mi cuerpo se comenzó a sentir pesado y sentí un mareo fuerte.

—Akira, ¿Qué me diste?

—Perdóname, corazón. Te va ayudar a dormir, pequeña.

—¿Por qué haces esto?— sentí que besó mi cabeza.

—Dulces sueños, corderito—  fueron las últimas palabras que escuché de Akira, antes de quedarme dormida.


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