Lisa
—¿Dónde está, Akira?—pregunté a la empleada.
—Está en su estudio, Srta. Lisa.
Escuché la voz de Akira un poco molesta, dándole órdenes a sus empleados. ¿Qué podría estar diciéndoles? Me acerqué lentamente a la puerta, cuando la abrieron y me sobresalté.
—¿Qué haces aquí, lisa?—preguntó Akira.
—Solo estaba buscándote.
—Eso es inusual. ¿Por qué simplemente no entraste y preferiste quedarte ahí, escuchando mis conversaciones?— burló.
—¿Por qué no te mueres, idiota?— le di la espalda, y seguí caminando.
Es imposible hablar con él cuando está de esa manera. Lo mejor era irme.
Ha estado muy ocupado últimamente, no sé lo que ha estado haciendo. Aún no a cumplido con el trato, de eso planeaba hablar con él, pero es imposible que esté de humor para hablar conmigo. Siempre que he intentado acercarme para saber lo que trama, él solo me evade haciendo este tipo de comentarios. Así no podré salir de este lugar nunca. Ni siquiera he sabido de Kanji. Tendré que hacer las cosas por mi cuenta, por lo que veo.
Akira
—Prepara a los demás hombres. Esta noche vamos a atraparlo. No acepto errores. Si se atreven a dejarlo escapar, esta vez los mataré a todos. ¿Quedó claro? ¡No acepto fallas!
—Sí, señor.
—Tu te quedarás con Lisa, no dejes que haga ninguna estupidez. No puede saber nada de lo que estaremos haciendo esta noche, Keita. No sé cómo le vaya a afectar y no quiero que lo que ha adelantado, se eche a perder.
—Como ordene, mi señor.
Lisa
En la noche:
La casa se ha sentido extraña. Akira no está por ningún lado, los guardias no los veo por ninguna parte tampoco. Ni siquiera me dejan salir de la casa. ¿Planea dejarme encerrada de esta manera todo el tiempo? ¡Es un cretino!
—Tenga sus medicinas, le traje también un té— me dijo la empleada.
—Gracias— acerqué las pastillas a mi boca.
No necesito de estas malditas medicinas. Le haré creer que me las tomé. No puedo permitir que me mantengan drogada todo el tiempo, no soporto esos efectos en mi cuerpo.
—¿Por qué no descansa y se relaja un poco? Puede disfrutar de un buen baño, si así lo desea.
—Sí, creo que eso haré—me dirigí al baño para darme una buena ducha y relajarme.
Tengo que hacer todo lo que me digan, solo para no levantar sospechas y que Akira no se moleste. Este teatro me irrita.
Akira
—Tenemos visible el auto del Sr. Carter. Hay aproximadamente unos seis hombres cerca del auto. Entre las personas deben haber aproximadamente unos cuatro hombres más— me informó Keita.
—No podemos atacar todavía, hasta que no tengamos visible a Carter. Si le avisan, él estará saliendo por algún atajó. Quiero que visualicen y vigilen todas las salidas que tenga este lugar, cuestión de que no pueda escapar por ninguna de ellas. Nuestra reina de la noche se acercará a Carter. Espero que muerda el cebo esta vez. Él estará muy pendiente de todo y, sabrá que a ella pude haberla enviado yo, por lo que se va a alarmar e intentará escapar, y cuando eso suceda lo interceptamos en la salida. Es por eso que quiero unos cuatro hombres en cada salida. Este lugar debe tener unas dos o tres salidas. Estén atentos a cualquier movimiento extraño. Repito, no acepto errores.
—Sí, señor.
No transcurrieron ni cinco minutos, cuando uno de mis hombres se acercó a mí.
—Tal parece que Carter está saliendo con la señorita, señor. ¿Qué hacemos?
—Nuestro objetivo es Carter, no la chica. Si aceptó este negocio sabe que sus riesgos a morir son altos; además ella sabe lo que hace. Enfóquense en el enemigo, así que intercepten el auto antes que se mueva.
—Sí, Señor.
Alguien disparó y sin mis órdenes.
—¡Cúbranse!
—¿Acaso son imbéciles. ¿Quién mierdas disparó?—pregunté molesto.
—Al parecer ya sabían de nuestra presencia, señor.
—No vayan a matarlo, lo quiero vivo —ordené.
El sonido de la balacera, era todo lo que se podía escuchar.
—El objetivo corrió al este, junto a uno de sus guardaespaldas, ¿Lo seguimos?
Corrí a la dirección que me indicó mi empleado. Entró a una calle sin salida y me mantuve afuera y pegado a la pared.
—¿Por qué huyes, cobarde? No llegarás muy lejos. Estás rodeado. Lo mejor será que te entregues a la buena, Carter.
—Eres un pendejo, si crees que vas a poder conmigo, Akira— disparó a nuestra dirección, pero me mantuve cubierto.
—Esta vez no te dejaré escapar, cabrón.
—Sr. Carter, no hay salida en este lugar. Lo mejor será que salga y huya, mientras yo los entretengo.
—¡Eres un inútil! ¿Cómo no te diste cuenta antes?
—¿Por qué no sales, pequeña rata? ¿Tanto miedo me tienes?— burlé.
—No te la pondré fácil, Akira— disparó con la intención de tratar de huir.
Su empleado se asomó y disparó a nuestra dirección.
—¡Sr. Carter!—gritó el guardaespaldas de Kanji, y le disparé justo en el pecho.
Mis hombres lo sujetaron por ambos brazos y lo pusieron de rodillas.
—Ya es muy tarde, Kanji. No irás a ninguna parte.
Mis hombres lo rodearon.
—No intentes disparar, si ya no te quedan municiones. Tu padre sentiría vergüenza si te ve en este momento— reí.
—No te vas a salir con la tuya, Akira. Mis hombres te matarán.
—No estás en posición de decir eso, además no veo a ninguno de ellos por aquí. Creo que deben estar ya en el infierno esperándote. No sabes todo lo que tengo preparado para ti, Carter— le di un golpe con el arma en la cara.
—Eres muy pendejo si crees que vas a acabar conmigo tan fácil, Akira.
—No será fácil, pero si lento— sonreí—. Llévenlo al auto—ordené.
Lisa
No quiero dormir todavía. Odio estar encerrada. Caminé a la cocina en busca de la empleada, pero no sé dónde se encontraba. No la he visto casi en la casa.
Escuché la voz de Keita en la cocina y me acerqué sin que se diera cuenta.
Keita
—La Srta. Lisa debe estar dormida, señor.
—¿No ha dado problemas?
—No.
—Todo salió mejor de lo que esperaba.
—¿Logró atraparlo, señor?
—Sí, será mejor que vengas para acá.
—Pero, ¿Y la Srta. Lisa? No debo dejarla sola, señor.
Lisa
¿De qué estarán hablando? Debe ser Akira. ¿A quién atrapó?
—¿Estás hablando con Akira?— le pregunté.
—La hacía dormida, señorita — se puso nervioso y ocultó el teléfono a su espalda.
—Pásame el teléfono — le ordené.
—Señor, la Srta. Lisa quiere hablar con usted— le dijo Keita, y me pasó el teléfono.
—¿A quién atraparon, Akira? — pregunté directamente.
—Al menos deberías saludar, ¿no crees?
—No evadas mi pregunta y responde.
—Lisa…— lo interrumpí:
—No me mientas, Akira. Ni sé te ocurra.
Hizo un corto silencio y, luego escuché el suspiró que soltó.
—Atrapé a Carter.
—¿No planeabas decirme? Eres un idiota, Akira. Hicimos un trato, ¿ya lo olvidastes?
—Aún no estás recuperada del todo y no quería preocuparte.
—No me des excusas, no las necesito. Hicimos un trato y ya planeabas romperlo, no tienes palabra—gruñí molesta.
—Tu salud es primero.
—Llévame con él—le pedí molesta.
—No es lo mejor. Necesito que te quedes en la casa y sigas el tratamiento.
—No, Akira. Si no me llevas, no te lo perdonaré nunca, ¿Me escuchas?
—Eres una patada en el trasero, niña insolente.
—¿Lo harás o no?— insistí.
—Pásame al chófer.
Le pasé el teléfono al chófer.
—Como ordene, señor— colgó la llamada, y me miró—. Ese lugar no es para una dama como usted, señorita. Considere su petición. Akira puede hacerse cargo.
—¿Qué le dijo Akira?
—Que la lleve.
—Entonces no digas más y vamos.
—Sí, señorita.