Esta es otra de mis obras de autor ficticio, publicada por primera vez en una revista bajo la firma de «Harry Manders». A Manders se le supone autor de la historia que narra su asociación con A. J. Raffles, el famoso ladrón de guante blanco. A la muerte de este último, Manders se hizo periodista. Cuando más arriba digo «famoso», tal vez debiera haber dicho antaño famoso.
Cualquier aficionado a las novelas policíacas y de misterio, actuales o del pasado, reconocerá de inmediato los nombres de Harry «Gazapo» Manders y Arthur J. Raffles. A principios de siglo, Raffles era tan conocido como Sam Spade, Philip Marlowe y Lew Archer lo son actualmente. De hecho, «Raffles» se utilizó en literatura inglesa como sinónimo de «ladrón de guante blanco». Creo que incluso figuraba en los diccionarios, pero en las enciclopedias y diccionarios de que dispongo, no aparece la palabra. Una lástima.
Los admiradores de Sherlock Holmes reconocerán la historia, cuyo título he parafraseado, y también al inspector Hopkins. Sin embargo, puede que a algunos no les resulte familiar el inspector Mackenzie, que aparecía en las historias de Raffles y fue quien finalmente capturó a Manders.
Me lo pasé en grande haciendo que los pasos de Holmes y Raffles se cruzaran, por fugaz que fuera su encuentro, y que Raffles resolviera tres crímenes que Holmes no logró aclarar.
Harry «Gazapo» Manders fue un escritor inglés que, entre 1890 y 1900, alternó su profesión con las actividades de ladrón de guante blanco. Su idolatrado socio y mentor, Arthur J. Raffles, un jugador de cricket de la categoría de Lord Peter Wimsey o W. G. Grace, era un hombre de doble personalidad y dotado de una gran confianza en sí mismo, un ladrón y transformista sólo comparable a Arsenio Lupin. Las narraciones de Manders han aparecido en cuatro volúmenes titulados (en América) El Atracador Aficionado, Raffles, Un Ladrón en la Noche y El Sr. Justicia Raffles.
«Raffles» ha sido incorporado a la lengua inglesa (y a otras varias) como apelativo de ladrón de guante blanco, de un Jimmy Valentine elegante y de clase alta. Naturalmente, todo aficionado a los cuentos de misterio conoce perfectamente al incomparable, aunque trágicamente malogrado Raffles, y a su compinche Manders.
Tras la muerte de Raffles en la guerra de los boers, Harry Manders abandonó el crimen y se convirtió en un respetable periodista y escritor. Se casó, tuvo hijos y murió en 1924. El agente literario que se encargó de comercializar sus primeras obras fue E. W. Hornung, cuñado de Arthur Conan Doyle, mientras que Barry Perowne se ocupó de las editadas tras su muerte. No obstante, el propio autor prohibió que uno de sus cuentos fuera publicado hasta que no hubieran transcurrido cincuenta años a partir del momento de su muerte. El período estipulado ya se ha cumplido y, ahora, el mundo tendrá oportunidad de saber de qué forma fue salvado del más grave peligro sin ser en absoluto consciente de ello. Al mismo tiempo, descubrirá que los caminos del gran Raffles y del gran Holmes se cruzaron una vez por lo menos.