El tiempo pasó y la oscuridad finalmente se tragó el cielo. Zaki y Sei permanecieron en el mismo lugar después de una larga charla hasta que Sei recibió un mensaje de su querida esposa.
—Zaki... ¿cuánto tiempo planeas permanecer ahí? ¿Te sientes tan bien acostado en la arena que no quieres levantarte? —Sei preguntó entonces y Zaki finalmente le miró. Sin embargo, parecía como si las venas estuvieran apareciendo en su frente mientras miraba a Sei.
—¡Idiota! ¡He estado esperando que me ayudes a levantarme!
Zaki estalló de repente pero en vez de reírse de sus comentarios, Sei arrugó las cejas con fuerza mientras le miraba preocupado.
—¡Tú... no me digas que no puedes levantarte solo ahora! —Sei empezó a entrar en pánico cuando de repente, Zaki se levantó y se sentó, dejando a Sei sin palabras.
Sei: —...