En un rincón del patio, un hombre estaba en cuclillas en el suelo. En una mano sostenía un teléfono celular junto a su oreja, mientras que con la otra sostenía un papel en llamas.
Su atractivo rostro se veía muy molesto, como si estuviera a una pequeña interrupción más de hacer trizas su celular. Su ceño estaba fruncido con fuerza.
—El contrato de matrimonio —murmuró entre dientes.
Bueno, Sei nunca antes había sido amenazado ni obligado a hablar de aquella manera. Si fuera otra persona, en lugar de Zaki, Sei ya hubiera enviado a las fuerzas especiales para aniquilarla. Sin embargo, el hombre que lo estaba tratando de aquella manera no era otro que su mano derecha, Zaki, la única persona a la que nunca podría atrapar si decidía huir de él.