Bajo la luz de las eternas antorchas del palacio subterráneo, la brillante armadura de Beaulac parecía bastante glacial. A juicio de Andris, Beaulac era el demonio más terrible. No tenía ni idea de lo que acababa de pasar. No tenía ni idea de por qué su armadura se hizo tan vulnerable de repente, como la cáscara de un huevo.
Jocelyn y los nobles se negaron a creer lo que acababan de ver como si estuvieran viendo una ópera de un tema muy cruel. No pudieron entender cómo podría haberse vuelto Beaulac tan poderoso en solo un mes.
Con la cota de malla de nivel cuatro llamada Rosa y el par de dagas de nivel tres que le entregó su padre, y junto con todos sus objetos mágicos y sagrados, Jocelyn era claramente consciente del hecho de que no habría podido detener de todas formas la pesada espada de Andris. No obstante, Beaulac sostenía el filo de la espada como si fuera solo un juguete para niños.