—¿Tú... percibes a Maskelyne? —Angwoods no entendió del todo las palabras de Adol, pero su tono se tornó bastante serio y sombrío cuando mencionó el nombre.
Bajo la pálida luz del sol, la delicada pero sin vida piel de Adol estaba cubierta por un tenue aire negro, y debajo de su capucha dos puntos de luz roja bailaban como llamas. Resopló.
—El amuleto que usa está hecho por Maskelyne... Puedo reconocerlo. Maskelyne puede sentirme usando el amuleto, y además puedo reconocer el amuleto que hizo...
—Así que, ¿la última vez que filtró la información secreta a Sousa no fue por Felipe, ni por desencadenar la lucha interna en la Mano de la Palidez? —Angwoods extendió su mano y tomó un pedazo de carne podrida que caía de su cuerpo, y se lo restregó en la cara.
—Esos seres humanos son estúpidos y codiciosos. Su mente es incapaz de ver. Así que podemos manipularlos —se burló Adol.
La voz de Angwoods se tornó funesta.