En el segundo piso de Tiburón.
En ambos extremos de una larga mesa de comedor, Había un lujoso candelabro del cual la incandescente luz de las velas hacía que todo el lugar pareciera romántico de una forma ambigua, junto con la suave melodía interpretada por una pequeña banda.
Cogiendo de forma elegante una pequeña cantidad de estofado, Grace deseó que el hombre que estaba sentado en la mesa esta noche no fuera Granneuve, quien, a los ojos de Grace, era feo y grosero. Levantó la cabeza y miró a Granneuve, y su cara hinchada y su cabeza calva la hicieron sentir mal.
Cogiendo la fina copa, Granneuve, en cambio, confiaba bastante en su propio encanto.
—Grace, debo decir que tu temperamento artístico es incluso más impresionante que tu belleza, especialmente cuando estás tocando el piano... Es realmente hermoso.