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—Depende de ti si quieres venir o no.
—...
«¡Ese maldito imbécil!».
¿No era acaso receptivo a nada en absoluto?
Wen He, que originalmente había intentado cabrearlo, no sólo falló en eso, sino que se las arregló para cabrearse a sí misma en el proceso.
Ella lo siguió con desgano, e infló sus mejillas como un pez globo mientras rechinaba los dientes y lo miraba.
De repente, sonrió siniestramente.
—Estaba bromeando, por supuesto que iré. Si de alguna manera terminas muerto allí, ¡no tendré mi Pase Especial S!
Huo Chen se dio cuenta de que estaba tratando de provocarlo, y le echó una mirada aguda, y le dijo: —¿No temes que pueda morir, dejándote viuda?
—...
Wen He se detuvo, y miró fijamente a Huo Chen, que todavía seguía caminando, y un brillo rojo aparecía en sus mejillas.
—¿Qué has dicho?
Huo Chen ya estaba lejos, y no escuchó sus murmullos.