—¡Ven a sentarte por aquí! —dijo ella y señaló al asiento de una plaza que se encontraba enfrentado a Huo Yunting.
Lu Zhaoyang se sentó. Mantuvo sus pies juntos para un lado y descansó sus manos en su regazo, una postura standard para una señorita.
—He oído que trabajas para la compañía de tu hermano. Él nunca toma nada enserio, así que por favor cuida de él.
La anciana señora sabía que cualquiera que trabajase bajo el comando de Huo Yunting, especialmente como secretaria en jefe, debía ser muy capaz. Más allá de eso, era bueno tener a alguien cuidando a Huo de las dependientes e inapropiadas mujeres que lo rodeaban.
¡El absurdo incidente que había ocurrido con el hijo mayor no se podía repetir en la familia Huo!
—Por supuesto, es mi deber —ignoró los ojos persistentes de Huo Yunting y asintió con una sonrisa.