Agarró sus manos rebeldes, los labios del hombre se arqueaban en una sonrisa diabólica. ¡Vio cómo la cara del chico tomaba un tono rojizo debido a su timidez!
Aunque el chico decía que no, no se resistía y luchaba con mucha fuerza. Avergonzado y molesto, el chico le miró con indignación. Giró la cara, sin querer mirarlo, mientras sus labios rosados se fruncían en un arco altivo.
Era una resistencia silenciosa.
Ese niño era verdaderamente terco. ¿De dónde había heredado esa orgullosa personalidad?
Sujetó el mentón del niño y obligó a éste a mirarlo.
Luchó un poco, tratando de escapar de su agarre, pero ¿quién era él para triunfar sobre la fuerza de su padre?
Al darse cuenta de que la resistencia era inútil, simplemente decidió rendirse. Miró al hombre con la amenaza en sus ojos.
El hombre sonrió un poco.
Era la primera vez que veía la cara de su hijo tan de cerca.