Ella levantó los ojos, justo a tiempo para ver su hermoso rostro cerca del suyo. ¡Sus delgados labios reprimieron enérgicamente su protesta cubriéndole la boca!
Su comportamiento, parecido al de una fiera herida, estaba fuera de control esa noche.
Podría ser debido a que ese día era el aniversario de la muerte de su madre que, después de presentar sus respetos en el columbario[1], estaba inusualmente irritado.
Más temprano esa noche, se había llevado su coche a dar una vuelta por la montaña para desahogar su frustración. Sin saberlo, condujo directo a su casa después de dejar la ciudad.
Para cuando se dio cuenta de sus actos, el auto ya se había detenido y estacionado afuera de su casa.
Sólo entonces reconoció que ella, sin saberlo, había entrado ya en su corazón.
¡Quería verla, pero su orgullo no le permitía la derrota ante una mujer!