―¿Estás… bien? ―preguntó gentilmente, su tono ya no sonaba tan distante, y tan extraño como antes.
Yichen estaba abrumado por su cambio de actitud. Mientras que aquello no se podía apreciar en su expresión, pero su voz temblorosa lo delató: ―¡No, estoy bien!
―Tu codo está dislocado. Debería dolerte, ¿verdad?
De hecho, debiese dolerle mucho.
Estuvo aguantando por tanto tiempo, que sus nervios ya debían estar entumecidos. Además, tenía el codo dislocado…
Su hermano mayor rápidamente le aseguró: ―No te preocupes por mí, estoy acostumbrado. Esto era bastante común durante mi entrenamiento.
El mundo de un niño era simple. Quizás, en el pasado, él había sentido cierta hostilidad hacia su hermano mayor y a su padre, temiendo la idea de que ellos irrumpieran en el pequeño cielo que había construido cuidadosamente para su madre y para él, ¡y que le arrebataran su amor!