¡Bang! La bala atravesó el aire y pasó rozando las puntas de su pelo antes de romper una vasija de vidrio en un armario lateral.
Había una parada de emergencia cerca de ellos. Algunos trabajadores del personal oyeron el alboroto y se apresuraron a llegar. Sintiéndose como si se estuviese agarrando a un clavo ardiendo, Yichen gritó: ―¡Tío, tío! ¡Alguien está matando a alguien! ¡Alguien está matando a alguien!
No obstante, no se tomaron en serio sus palabras. Muchos visitantes de la casa encantada pedían ayuda de esa manera cuando estaban aterrorizados. ¡Al final, siempre resultaba que el personal disfrazado los había asustado demasiado!
Se acercaron a ellos, divertidos, así uno le dijo: ―Hijo, ya no tienes que tener miedo. El tío los sacará a los dos.
A mitad de sus palabras, vieron a un hombre siguiendo a los niños con un arma en la mano. El cañón del arma seguía echando humo.
―Ase… Asesino…