A los niños les encantaba, aún más el proceso de desgarrar el papel de regalo. Cada segundo era una delicia llena de inexplicable anticipación.
Su padre le había hecho regalos antes. Cada año, en su cumpleaños, le regalaba todo lo que a él gustaba o quería.
Nada era verdaderamente inalcanzable para él, después de todo, sólo aquello que fuese inesperado lo sería. Por lo que, para el pequeño sin importar lo que deseara, sólo tenía que decirlo y lo conseguiría eventualmente sin importar el costo.
Sin embargo, eso también podría resultar en que el niño no supiese cómo apreciar los regalos.
Como todo era posible para él, simplemente con unas pocas palabras, después de recibir el regalo de su padre, jugaba con él durante unos días, antes de dejarlo a un lado tan pronto como se cansaba de él.
Sería difícil para un niño atesorar apropiadamente las cosas si fueran tan fáciles de obtener.
Cuanto más costara ganarlas, más se atesoraban.