―Hay tantas mujeres en el mundo, pero ¿por qué eres tan persistente sólo conmigo?
―Métete en tus asuntos.
Mu Yazhe levantó su barbilla y acercó su atractivo rostro hacia el de ella. Presionó ligeramente sus labios fríos contra la esquina de los de ella, el calor de su aliento se deslizó a través del espacio entre los labios de ella e invadió su boca.
Su respiración se volvió gradualmente inestable y un poco entrecortada.
Sus delgados y besables labios viajaban de un lado a otro de su cuello. Le dio besos suaves y terminó queriendo cada vez más. Era muy parecido a aquellos viajeros que se sentían sedientos cuando se extraviaban en el desierto; en cuanto a ella, era como un manantial mágico limpio y claro. Bebió de ella intensamente, pero su sed no se saciaba.