Maldita sea…
Había actuado de forma demasiado lenta.
Esa Yun Shishi era una p*rra, una maldita p*rra. ¿Por qué ella? ¿Por qué ella, de entre todas las personas?
¿Las riquezas y los lujos iban a ser arrancados de sus manos frente a sus ojos?
Aaron observó su lamentable apariencia y su corazón se apretó con dolor, como si lo estuviesen haciendo trizas.
Ningún hombre podía resistirse a una mujer indefensa.
—¡Aaron, ayúdame! —suplicó Mu Wanrou.
Frágil y débil, se apoyó en su pecho y sus lágrimas tibias mojaron su ropa.
—No puedo dejar que ese niño vuelva a la familia Mu. Aaron, sé que te gusto. Esta será la última vez, ¿me ayudarás?
Mu Wanrou habló con una voz llorosa, cada palabra golpeaba su corazón.
El corazón de él corazón se detuvo por un instante y la miró con incredulidad. ¿Ella sabía?