He Lingxiang movió su cabeza e intentó señalarle al joven con sus ojos. Desafortunadamente, el tipo no entendió y se mantuvo sin darse cuenta. Tan solo asumió que He Lingxiang estaba afirmando que los hombres en traje eran los que lo molestaban.
—¡Oigan, oigan! Les dije que no bloquearan el camino, ¿cierto? ¿No me escucharon?
Se abalanzó sobre el hombre distante y puso sus manos sobre su hombro. Sin embargo, el hombre guapo no lo esquivó, ni siquiera lo miró.
En ese instante, el joven vio una sombra negra aparecer súbitamente ante sus ojos. Antes de poder comprender lo que estaba pasando, el hombre que había salido rápidamente de la multitud le sujetaba la muñeca con firmeza.
Se escuchó un doloroso crujido desde su muñeca. Hubo un giro y lo arrojaron con gran fuerza por los aires. Golpeó la muralla que estaba a varios metros, con tal fuerza, que crujió.
Tumbado en el piso como una pila, sintió dolor en su pecho, escupió sangre y se desmayó.