La mañana siguiente, un rayo de sol encandiló la habitación. La pareja estaba durmiendo perezosamente en la cama. Shen Yi se aferraba a su esposa como si tuviese miedo de que ella lo dejase mientras él dormía.
Lu Xinyi se despertó lentamente. Abrió los ojos e intentó estirar los brazos pero falló mientras sentía que estaba retenida en su lugar. Quería librarse de los brazos de sus esposo, y cuando se movió para encararlo, sintió el dolor en sus partes privadas.
—¿Aún duele? —La voz de Shen Yi hizo que ella levantase la cabeza para verlo a la cara. Temía haberla tratado muy ferozmente anoche. Él entendía que ella no estaba acostumbrada a la intimidad, y era normal que sintiese un leve dolor o incomodad. Ahora, ser quien le provocase ese dolor era algo con lo que Shen Yi tenía que lidiar.
—¿Y qué si aún duele? ¡Eres tan lujurioso! Dudo que te detuvieras si te lo pidiese —dijo Lu Xinyi fulminándole con la mirada—, y no, ¡nada de sexo mañanero para ti!