—Me duelen los pies —se quejó Lu Xinyi. Tenía la cabeza apoyada en los brazos de su marido mientras que él escuchaba a un hombre parlotear sobre sus amoríos. Shen Yi también estaba muerto de aburrimiento, pero tenia que mantener el semblante, de lo contrario traería un mal nombre a la familia.
Lu Xinyi no acostumbraba usar tacones, y, justo ahora, estaba tentada a tirarlos y liberar a sus pies del confinamiento.
—¿Por qué no te sientes por aquí cerca? Te seguiré en un momento —susurró de vuelta.
—Okay —accedió.
Volteó a buscar asiento y encontró uno a pocos metros. Se tropezó levemente gracias a los tacones puntiagudos.
—Malditos zapatos —maldijo.
Si no tuviesen una función importante, ella los hubiese botado hace rato. No eran particularmente incómodos, pero la hacían caerse repetidas veces.