Sin embargo, él no había dicho nada en absoluto. Había actuado como si no la conociera. Había sido en extremo frío e indiferente. Nadie sabía que era su mujer. Y nadie había creído que la estaban calumniando. La mala reputación la había perseguido desde el momento de la reunión y por el resto de su vida.
Desde entonces, odiaba profundamente a Tang Mengying. Sin embargo, nunca había odiado a Li Sicheng. Pensando en el pasado, ese hombre había sido despiadado. Al recordarlo, sus persistentes sentimientos desaparecieron del todo.
Ella no podía estar con ese hombre. En vez de volver a enamorarse de él, debería liberarse lo antes posible. Pero no esperaba que el organizador de la reunión, Fu Lengbing, la fuera a invitar.
Ante la mirada indiferente de Su Qianci, Fu Lengbing no sabía qué estaría pensando. Preguntó con cuidado:
—¿Su Qianci?
Su Qianci lo miró sonriente y respondió:
—De acuerdo; ahí estaré.
Fu Lengbing estaba eufórico.
—Genial, te contactaré.
Después, miró a la esbelta figura junto a Su Qianci.
Su Qianci no era nadie, pero a Fu Lengbing le interesaba que lo presentaran con el hombre que la acompañaba.
—Si el señor Li tiene tiempo, no dude en acompañarnos —añadió Fu Lengbing, nervioso.
Fu Lengbing tuvo miedo de que rechazara la invitación dada la naturaleza misteriosa del señor Li.
Li Sicheng solo asintió. Fu Lengbing estaba aliviado y se sentía de maravilla. Mientras no se negara, había esperanza. A Fu Lengbing le interesaba mucho estar conectado con Li Sicheng.
De vuelta en el coche, Li Sicheng sacó un cigarrillo y empezó a fumar despacio.
Una nube de humo blanco envolvió la cara de Li Sicheng, dándole a su perfecto rostro un aire aún más misterioso. Sus movimientos eran tan elegantes que él parecía salido de un cuadro. Su Qianci sabía muy bien que tenía algo en mente.
Li Sicheng no solía fumar. No obstante, cuando había algo que no podía resolver, encendía un cigarrillo y pensaba. Pero, ¿qué lo preocupaba? Su Qianci pensó que quizás tenía que ver con ella.
Sin embargo, pensó de pronto que se daba demasiada importancia. Frunció los labios burlándose de sí misma y vio que Li Sicheng la miraba. Sus ojos eran penetrantes.
Su Qianci sintió que algo no iba bien y preguntó con inseguridad:
—¿Qué pasa?
Li Sicheng no dijo nada, pero sujetó el cigarrillo entre sus dedos y se acercó a Su Qianci. Ella se puso aún más nerviosa y se encogió.
Sus ojos se fijaron en la cara de Su Qianci. Aún sin hablar, Li Sicheng le miró los labios.
Sintiendo una explosión en su cabeza, Su Qianci se sonrojó de repente. No podía dejar de pensar en la teoría de que, si un hombre le mira los labios a una mujer, lo único que quiere hacer es…¡besarla!
Su Qianci se quedó en blanco, se movió hacia atrás, se sonrojó y cerró los ojos.