Ella estaba afuera de la habitación, en el patio, sus manos sosteniendo la baranda mientras se inclinaba hacia delante para sentir la fresca brisa que había viajado de una tierra tras otra a través del bosque para tocar su cara y seguir su camino. Una suave sonrisa se asentó en sus labios mientras miraba al horizonte, el cielo encontrándose con las líneas del bosque que se extendían amplias y lejanas.
¿Cuánto tiempo había pasado? Pensó Vivian para sí misma, escuchando el canto de los pájaros que volaban en el cielo al atardecer. El sonido era dulce y suave, lo que le tranquilizaba la mente, que había estado llena de preguntas durante los últimos años.
Al escuchar la puerta de la habitación abrirse, no se giró para mirar, pero una sonrisa más amplia apareció en su rostro cuando la persona puso sus manos alrededor de su cintura, inclinándose para besarla en las mejillas.