—Ahí, creo que está listo —dijo Margarita, la mujer mayor.
Peinaba a la joven, y acababa de sujetar un mechón frontal de su cabello hacia un costado.
—¿Qué le parece, Señora Sylvia?
Sylvia, que había estado mirando por la ventana, volteó sonriendo a ver a Cati.
—Está perfecto. Exactamente como debería lucir una hermosa novia. ¡No estés nerviosa! —dijo al notar la sonrisa tensa de Cati.
—Tengo mariposas en el estómago —confesó Cati mirando su reflejo en el espejo de la pared.
Al girar, veía las rosas blancas en su peinado.