Caviar no era vampiro, sino humano, pero parecía tener colmillos al hablar.
—Lo siento. Supongo que no me enseñaron a odiar a ninguna persona por su origen. Hay bien y mal en el mundo —respondió encogiéndose de hombros.
—El mundo necesita más personas como tú—dijo abriendo espacio para el nuevo caballo que estaba por llegar.
—¿Y tu familia? —preguntó mientras movía el fango.
—No están aquí—respondió.
Se asomó al exterior, donde dos hombres estaban de pie a los lados, vigilando la puerta. Los empleados le habían dicho que no fuera allí, debía ser donde permanecían los prisioneros.
—¿Siguen en el sur? —insistió.
Cati deseaba que ese fuera el caso.
—Fueron asesinados —murmuró, pero Caviar le escuchó.
—Lamento escucharlo.