Al escuchar las palabras de Clayde, Linley cayó en silencio.
—Jaja, Linley, ahora debes saber quien es tu verdadero enemigo, ¿cierto? Pero eres capaz de tratar con la Iglesia Radiante?
Clayde rio salvajemente, al borde de la histeria. Clayde sabía que iba a morir, y en el momento de su muerte, había decidido llevar tanto caos al mundo como pudiese.
—¿Dices la verdad?
La voz de Linley era ronca.
En realidad, Linley ya creía en lo que Clayde le acababa de decir, precisamente debido a que esa era la única posible explicación de por qué la Iglesia Radiante le había dado a Clayde una Guardia del Destino de nivel Santo.
—Tú mismo sabes si digo o no la verdad.
Clayde rio salvajemente.
Linley cayó en silencio.