Krrr, krrr.
Riel arrastraba al cuarto transeúnte inconsciente hasta la hierba alta ubicada junto a la carretera que iba hasta la aldea de la Hoja Primaveral desde el Bosque de las Grandes Bestias.
Este peatón era un hombre gordo y raro. Tampoco era muy alto, apenas un poco más de 1.60 m, y llevaba una corta y sucia túnica de lino. Riel le quitó la ropa y se la puso. Mientras lo hacía, murmuró:
—Yo, el Rey de las Montañas, me he convertido en un ladrón. ¿Qué hice en mi vida pasada para merecer esto?
Finalmente terminó de ponerse la ropa. Las mangas y los pantalones seguían siendo demasiado largos. Parecía un payaso de circo y tuvo que arremangarse puños.
Link se acercó. Arrojó algunas monedas al lado del gordo inconsciente y dijo:
—Bien, ahora sí deberíamos poder ir al pueblo.