Entre los límites de los planos, dos poderosas existencias se enfrentaban.
—¡Faniya, deberías tener claro el significado de tus acciones! ¡Provocas al Inframundo como representante de los Dioses! —advirtió la voz profunda detrás de la palma.
El brillo de la luna era sutil, pero llevaba enorme poder.
—No represento a los Dioses. Esto es un asunto privado. Si el Inframundo quiere interferir, no me molestaría recrear la salvaje guerra de esos años una vez más —dijo la Diosa de la Luna con una voz suave, pero sorprendente.
Era una Diosa muy discreta, a tal punto que las personas muchas veces olvidaban lo poderosa que era. El dueño de la enorme mano permaneció en silencio ante la mal disimulada amenaza.
Después de algún tiempo, dijo lentamente: —No obtendrás el resultado que deseas. Deberías saberlo. Haces alardes fingiendo entender todo, pero eres incapaz de alterar "todo." Esta es la mayor pena de los Dioses.