Marvin hizo oídos sordos a aquellas voces belicosas. Tenía muchas otras cosas de las que ocuparse en la situación en la que estaban. Por supuesto, siempre habría alguien que no estaría de acuerdo y que siempre querría más, especialmente en circunstancias tan complicadas. Mientras unos demostraban su buena voluntad, otros solo codiciaban más y más.
Como los refugiados no tenían ninguna relación con Marvin, este no tenía ninguna obligación para con ellos. Habían escapado hasta el santuario que Marvin había fundado con tanto esfuerzo. Este les había proporcionado alimento y refugio, no obstante, ahora estaban discutiendo sus condiciones. Algunos de ellos incluso se habían reunido a cuestionarlo, criticando sus valores.
Como no tenía ganas de lidiar con ellos, Marvin le pidió a Ana que calmara los ánimos. Luego, la noche transcurrió de manera pacífica.