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Cuando Huo Mian llegó al hospital, se encontró con una escena muy aterradora. Qin Yumin estaba parado en el techo del hospital. Parecía delgado y con frío, solo llevaba puesta una bata de hospital y el viento que soplaba con fuerza era gélido.
—Mian, al fin llegaste. Anda mira a tu papá...
Los ojos de la señora Qin estaban rojos de tanto llorar. Había mucha gente del personal del hospital que observaba en la puerta y también algunos espectadores en el piso.
Los bomberos y la policía había llegado pero nadie se animaba a moverse.
Qin Yumin miraba directamente al abismo como si fuera a caerse en cualquier momento.
—Mamá déjame ir a hablar con papá. No te preocupes —Huo Mian tranquilizó brevemente a su suegra antes de dirigirse hacia el techo.
Qin Yumin estaba de espaldas a la puerta y miraba el tráfico debajo de sus pies. Nadie sabía en qué pensaba.
—Papá... —la llamada de Huo Mia hizo que Qin Yumin volteara despacio.