—No lo creo, mi cuerpo está bien —dijo Huo Mian, sonriendo.
Luego de llegar, Huo Mian, exhausta, tomó una ducha y se metió a la cama directamente. Su cabello aún no estaba completamente seco.
—Cariño, levántate.
—¿Por qué?
—Tu cabello sigue mojado.
—Está bien, se secará mañana.
—No, te enfermarás —insistió Qin Chu, ignorando a Huo Mian y sacándola de debajo de las sabanas. Entonces, tomó el secador y secó cuidadosamente cada mechón del cabello de Huo Mian.
—Cariño, ¿me estás tratando como si fuera tu hija ahora? —preguntó Huo Mian.
—No tengo una hija caprichosa como tú.
—No puedes llamarme caprichosa. Es mi cumpleaños hoy, y aún no pasó la media noche, así que aún soy la más grande.
—Bueno, bueno, eres lo más grande, aparte de tus pechos —murmuró Qin Chu.
—¿Qué has dicho? —dijo Huo Mian, furiosa.
—Dije, cariño, tú eres la más grande, pero tus pechos también soy muy grades.