—Sí, lo hay, pero ahora solo estoy imaginándolo.
—¿Quieres que yo me encargue de eso?
Huo Mian negó con la cabeza.
—Es una pelea entre mujeres, deja que me encargue yo. No quiero ser la esposa tonta que siempre se oculta detrás de su esposo.
Las palabras descuidadas de Huo Mian pusieron a Qin Chu de buen humor.
—¿Así que sí sabes que soy tu esposo? —dijo Qin Chu, quien, a pesar de sonar frío en la superficie, en el fondo estaba sobrepasado de alegría.
—Eh... todavía me duele mucho la cabeza.
Huo Mian no sabía qué decir por lo que pretendió que sentía dolor de nuevo.
—¿Te lo has hecho ver? Tal vez tienes una herida interna —dijo Qin Chu preocupado.
—Lo hice, y no tiene nada de malo, es sólo una herida superficial.
—Entonces deberías descansar un momento. Tengo que encargarme de algunos documentos.