—¡Vamos!
Lu Tingxiao la tomó por la mano y entraron. Fue un gesto extremadamente natural. Ning Xi miró las manos juntas. Si bien ella sabía que Lu Tingxiao tan sólo estaba preocupado de que algo le ocurra, había una pequeña y extraña sensación en su corazón.
La luz en la sala de controles era muy tenue; la poca luz provenía de una docena de monitores encendidos. Ning Xi siguió a Lu Tingxiao, pasaron de largo las computadoras y encontraron a Tesorito al lado de la máquina más grande de todas.
Al lado de la máquina colosal, con incontables cables, Tesorito parecía tan pequeño sentado en una silla hecha a medida y miraba paralizado un sin fin de secuencias que aparecían en la pantalla como flashes. De pie junto a él estaba un robot que parecía una pequeña versión suya. En sus manos, sostenía el cañón de un arma de fuego que apuntaba en la dirección de Ning Xi y de Lu Tingxiao.