—Me preguntaba dónde te habías ido, resulta que has venido aquí a buscar algo de tranquilidad —se acercó Xiao Yeyang con un andar cómodo.
Daohua lo miró, sorprendida —¿No estabas jugando a las cartas con el tercer hermano y los demás? ¿Cómo es que estás aquí?
—Xiao Yeyang se sentó frente a Daohua y, agitando su abanico, dijo —Esa partida de cartas era un poco interesante al principio, pero una vez que entiendes las reglas y puedes recordar las cartas, ganar todo el tiempo no tiene gracia.
Daohua se quedó sin palabras —Así que, se estaba quejando de que era demasiado sencillo —Podrías elegir no recordar las cartas.
—Xiao Yeyang se encogió de hombros —Está fuera de mi control, una vez que las veo, ya las he memorizado.
—Daohua puchereó —Aquí estás alardeando frente a mí.
—Solo digo las cosas como son —Xiao Yeyang miró a Daohua, confundido. Ella había estado toda sonrisas cuando él se fue, entonces ¿por qué se había puesto infeliz en tan poco tiempo? —¿Quién te ha disgustado?