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Liam nunca había sido bueno ocultando sus frustraciones, y últimamente, parecían adherirse a él como una sombra.
No había caminado sonámbulo desde hacía bastante tiempo, y aunque la terapia también había empezado a ayudar, el estrés que pesaba sobre él hacía todo más difícil para liberarse. Amelie veía el desgaste en sus ojos, la tensión en sus hombros, y finalmente, decidió que ya era suficiente.
El trato con la empresa de Einar había sido un peso inminente sobre ambos, pero Amelie se plantó y tomó el control, insistiendo en que ella misma manejaría las negociaciones, usando la ayuda de la familia Castillo.
Liam había protestado, por supuesto, pero sabía que cuando su esposa se decidía, no había nada que pudiera detenerla. Tenía una forma de poner su mandíbula que hacía que él—todos—se alinearan.
Liam incluso había admitido a su terapeuta, entre risas y en serio, que la cara seria de Amelie era la más aterradora de todas sus expresiones.