El escándalo de Ming Yue se extendió como un incendio forestal. Incluso después de un día completo, los medios no mostraban signos de dejarlo.
Huo Yunting no hizo comentarios durante todo el día. Su silencio confirmaba que Ming Yue fue abandonada para siempre.
Al día siguiente, Lu Zhaoyang trajo a su hijo al trabajo y lo dejó jugar en la oficina, mientras ella llevaba los documentos relevantes a la oficina de Huo Yunting.
—Presidente, estos requieren su firma. —Ella abrió la carpeta y le entregó una pluma.
Huo Yunting tomó la pluma y firmó sin levantar la vista. Luego la arrojó a un lado y le devolvió la carpeta.
Lu Zhaoyang se sorprendió por su actitud. Ella tomó los papeles y lo miró por un momento.
—Bueno, ¿buscas recordar el pasado? —Huo Yunting le lanzó una mirada fría.
—... —Esa no era su intención. Ella solo pensó que él parecía abatido.