—Parece solo un bote de pesca, Cap.
—Sí, pero ¿en aguas tan poco profundas y con esta tormenta? —Giré mi cabeza para mirar hacia la orilla de la pequeña cala que actualmente era nuestro refugio de las furiosas aguas abiertas. La lluvia azotaba las cubiertas, rebotando en los paneles de madera y escurriendo por las velas sobre nuestras cabezas. Los árboles espesos que colgaban sobre la cara arenosa del acantilado estaban inundados de lluvia, sus hojas pesadas colgando hacia el agua verde y turbia.
—Se dirige justo hacia nosotros, Cap.
—Supongo que veremos entonces qué quiere su tripulación, ¿no? —Suspiré, chasqueando los labios y alejándome de la barandilla, dándole al barco que se acercaba una última mirada antes de darle una palmada en el hombro.