Tiana observó cómo las puertas de hierro se abrían por sí solas; esta era su segunda vez aquí, pero aun así se sentía nuevo, quizás porque esta vez era de día. Antes, había conseguido un ramo para la abuela y bolsitas de té medicinal para el abuelo, Nicklaus la observaba sujetar los regalos en su regazo pero no dijo una palabra.
Él nunca compraba nada para sus abuelos; ni siquiera lo había pensado, pero ella simplemente lo hizo sin importarle el odio que sentía por él.
Al adentrarse el coche en la propiedad, su corazón golpeaba contra su pecho. Estas dos semanas serían un infierno para ella, lo sabía.
Nicklaus salió y le ofreció su mano para que ella bajara; ella puso su mano sobre la de él indiferente y salió del coche; su rostro levantado con un ceño fruncido. Los guardias sacaron los regalos del coche y su equipaje del maletero mientras esperaban la orden de Nicklaus.